La Ruta del Odio
Como una espantosa pesadilla, el intento de asalto a Eurochronos nos sacudió los pensamientos, los sentimientos y los nervios… nos intranquilizó el alma. Dejó una profunda huella de terror, sangre, dolor y muerte… Pero más triste aún, nos dejó el recuerdo de víctimas inocentes ¡¿De dónde provino esa despiadada violencia?!
Brasil es el centro de la organización criminal más grande de América Latina, el Primer Comando de la Capital (PCC), que se formó a principios de los 90 en las cárceles de San Pablo, con raíces profundamente arraigadas en la delincuencia, probablemente la más sanguinaria del mundo. Todo se inició con un motín en una de aquellas cárceles, que fue duramente reprimido por la Policía, cuyo resultado fue la masacre de 111 reclusos. Los sobrevivientes anidaron en su mente y sus corazones un oscuro y torcido resentimiento. Creo que descendieron al fondo del averno y allá, ante el amo de esas profundidades, juraron venganza. Este es el punto de creación del PCC, se abrió una ruta de odio.
Los creadores del Comando Criminal se plantearon el propósito de dedicarse a la venta de cocaína y marihuana, robo de Bancos y entidades financieras, y tráfico de armas, a una escala millonaria jamás vista. Este ambicioso despropósito no se haría realidad con grandes cerebros del mal metidos en las cárceles de Brasil, se requería de un verdadero ejército que opere desde fuera. De esta manera, el Comando decide formar sus tropas con jóvenes provenientes de las favelas de Brasil; así la ruta de odio se abre paso y se ensancha, se extiende por varias ciudades de ese país, y luego hacia Paraguay, Bolivia, Colombia, México, Venezuela...
Las favelas de Brasil son extensas comunidades, con poblaciones que viven en la extrema pobreza, en el abandono y el olvido. En su gran mayoría, desconectados de los sistemas formales de trabajo y producción, y con serios problemas de acceso a los servicios públicos. Son poblaciones marginadas, con casi nulas oportunidades de progreso y desarrollo. Constituyen el mejor ejemplo de las desigualdades (in) humanas: “gran estandarte” de los gobiernos del Brasil, de derecha y de izquierda, verdaderas mafias que bailan al ritmo de la corrupción, ingeniosamente disfrazada de samba.
Estas condiciones han labrado en los habitantes de las favelas un estilo de vida característico, no deseado para el adecuado desarrollo de la comunidad y del sujeto. En su mayoría, viven en la informalidad, no creen en el Estado ni mucho menos en el gobierno, se desenvuelven en los márgenes de la legalidad, han generado un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia los demás que se benefician del sistema. De alguna manera, buscan evitar, limitar o destruir a quienes consideran los culpables de su miseria. Ellos no tienen nada que perder.
Este es el peligroso eslabón de conexión de las favelas con el PCC. En realidad, hoy los jóvenes de las favelas son el PCC, en una aparente búsqueda de reivindicaciones sociales (con sentido y contenido). Ahora, también se dedican a la venta de cocaína y marihuana, robo de Bancos y entidades financieras, y tráfico de armas, intentando que sus acciones alcancen un horizonte nunca antes conocido en América Latina. Ahora, andan sembrando terror, sangre, dolor y muerte. Sin duda, Brasil un hermoso país pero de abismales brechas sociales, ha proyectado a América Latina y al mundo uno de sus productos de exportación más descomunales y monstruosos.
Dudo mucho que los planes de seguridad ciudadana logren controlar ni detener las acciones delictivas del PCC, porque como vimos, las raíces del Comando están incrustadas en el fondo mismo del averno. La ruta del odio se ha extendido y ramificado en diferentes direcciones, el Leviatán del mal ha salido de las profundidades y recorre esa ruta… Ojalá nunca más tengamos que llorar la muerte de seres inocentes.
El autor es doctor en Derecho y catedrático universitario
Columnas de JUAN MARCOS TERRAZAS ROJAS