En defensa del Tipnis
Sí o sí el MAS –Evo Morales: le meto nomás– ha decidido la destrucción del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis). No le importó la oposición de grandes sectores de la población y mucho menos el sacrificio de hombres, mujeres y niños indígenas que fueron reprimidos con violencia en Chaparina el 26 de septiembre de 2011.
El nuevo proyecto de ley, aprobado por legisladores llunk’us y “desarrollistas”, anula la ley del 24 de octubre de 2011 que declaraba la intangibilidad del Tipnis y prohibía la construcción de una carretera en su territorio. Seis años después el gobierno masista –otra vez– incumple sus propias leyes. Este tipo de contradicciones son la marca permanente de un régimen cuya credibilidad, por encima de la práctica oficial, reside en la manipulación discursiva. ¿Alguna duda? El respeto por los derechos de los pueblos indígenas y la defensa del medioambiente, por ejemplo, sólo son una ficción política para el consumo de sus (mas)as y de la comunidad internacional. En efecto, con el nuevo proyecto de ley, los “defensores” de la Madre Tierra van a meterse a los parques nacionales como termitas en mueble viejo además de ajeno.
Tampoco importa el elevado costo social que podría desatar esta medida tan insensata como abusiva: fue elaborada sin consenso ni consentimiento de las comunidades indígenas. El pretexto para su aprobación fue “desarrollar el Tipnis” a través, principalmente, de la carretera Villa Tunari–San Ignacio de Mojos. No estoy de acuerdo. La relación carretera–desarrollo, en este caso, es falaz: los más beneficiados serán los cocaleros (y narcotraficantes) del Chapare. Evo Morales, y esto lo dice uno de sus “hinchas” –Xavier Albó–, cumple con una promesa electoral con sus bases cocaleras para que “se puedan expandir más allá” (periódico virtual Rimay Pampa). Sin embargo, el mismo Albó advierte que en el Tipnis podría ocurrir lo que sucedió en “Polígono 7”, una pequeña zona al sureste del Tipnis donde asentamientos cocaleros desplazaron a las comunidades originarias.
Claro que algunas comunidades indígenas cercanas a la carretera van a obtener algún beneficio, pero éste será marginal y, en términos de costo–beneficio, el daño ambiental va a ser irreparable.
No sé cuántos ingresos podría generar –si se construye la carretera– la explotación de la madera, la ampliación de la frontera agrícola, la expansión de los cultivos de coca, las incursiones del contrabando o las actividades del narcotráfico. Sé, sin duda, que el extractivismo depredador no es desarrollo. Al contrario, si se consolida la lógica desarrollista que el Gobierno del MAS parece priorizar sin ninguna objeción crítica, tal como la explotación de hidrocarburos en la reserva nacional de Tariquía, operaciones mineras sin control ambiental y los megaproyectos hidroeléctricos del Bala y Chepete, Bolivia va a entrar a un tunel sin retorno. No se puede, en aras de un falso progreso presente, destruir un mundo que es nuestro futuro. Más importante que generar recursos económicos en beneficio de unos cuantos, es defender el territorio y los derechos de los pueblos indígenas profundizando la democracia y la justicia social para todos los bolivianos.
No creo que nadie objete el desarrollo del Tipnis. Lo que sigue pendiente, por encima de frases discursivas (“ecologismo socialista”), es un debate crítico sobre un modelo de gestión económica y social que anteponga la conservación del medioambiente y la biodiversidad a la simple exportación depredadora de recursos naturales no renovables. Este debate es urgente e ineludible porque según la investigadora Lykke Andersen, del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (Inesad): “Sólo hay tres países del mundo con más deforestación per capita que Bolivia: Botswana, Paraguay, y Namibia” (Los Tiempos 29/05/2016).
La defensa del Tipnis no es tarea exclusiva de los bolivianos, sino también de la comunidad internacional comprometida con la protección del medioambiente. No hay que olvidar –dejando de lado un patriotismo folklórico– que si bien esta parte de la Amazonía está en Bolivia, su preservación es un bien para toda la humanidad: tal el tamaño de nuestra responsabilidad.
Concluyo con una invocación que, viniendo de un hereje, dudo que tenga mucho efecto: “Pachamama: no perdones a los masistas destructores del Tipnis porque saben lo que hacen”.
El autor es economista y filósofo.
Columnas de GUSTAVO V. GARCÍA