La planta de urea en la hora de la verdad
Es tan grande la inversión que se ha hecho y tan altas las expectativas depositadas en el proyecto, que sólo cabe esperar que los resultados no tarden en confirmar el optimismo gubernamental
La inauguración, el pasado jueves, de la planta de urea ubicada en Bulo Bulo, en el centro del trópico cochabambino, ha dado lugar a abundantes muestras de entusiasmo y optimismo en filas del Gobierno nacional. El hecho ha sido calificado como un “hito histórico” y como la inauguración de la era de la industrialización del gas en nuestro país.
Si se considera lo grandes que son las expectativas que la construcción de esa planta ha generado, el elevando monto de las inversiones que se han hecho y todavía habrá que hacer y los altos ingresos que se espera obtener por la exportación de urea, habrá que reconocer que no les falta razón a las autoridades gubernamentales, especialmente a las del sector hidrocarburífero, al atribuirle a la planta de Bulo Bulo trascendental importancia. No podía ser de otro modo, pues nunca antes en la historia económica de nuestro país se había encarado un proyecto tan ambicioso.
En efecto, hasta ahora ya bordean los mil millones de dólares los montos invertidos en la construcción de la planta, a lo que habrá que sumar otros 250 millones necesarios para el transporte de la urea producida. Es tan grande el esfuerzo económico hecho que sólo se puede esperar que su éxito se plasme en ingresos proporcionales a la inversión.
Lamentablemente, hay algunos datos que proyectan dudas sobre el optimismo gubernamental. Dudas que lejos de despejarse a medida que se acerca el día en que salgan de Bulo Bulo las primeras bolsas de urea no dejan de multiplicarse debido a la falta de información oficial fidedigna sobre los volúmenes que serán producidos y exportados, sobre los costos de producción, sobre los países interesados en adquirir el producto y, lo que más preocupa, sobre lo que costará transportar la urea para ponerla al alcance los eventuales compradores.
Este último factor —el transporte— es, según coinciden en señalar los expertos en el tema, el principal motivo de temores sobre la viabilidad económica de la planta. Como se recordará, desde el primer momento, cuando se conoció la intención gubernamental de construir la planta en el trópico cochabambino, en un punto muy alejado de los lugares donde la urea será ofrecida, se advirtió sobre lo errónea que era tal decisión. Advertencias que de nada valieron, lo que ahora se refleja en costos de transporte tan altos que ponen en grave riesgo la viabilidad económica del proyecto.
A lo anterior se suma que la planta de Bulo Bulo requeriría 1,4 millones de metros cúbicos diarios de gas natural para funcionar con su capacidad plena, volumen que YPFB difícilmente podrá garantizar dadas las dificultades que ya tiene para satisfacer la demanda de gas tanto para el mercado interno como para la exportación.
Hasta ahora, las autoridades gubernamentales del sector han desestimado esos temores y aseguran que los resultados demostrarán lo equivocados que están quienes ponen en duda la viabilidad del negocio. Es de esperar que así sea y que los hechos den la razón al optimismo gubernamental porque en este proyecto se han depositado muchas esperanzas a nivel nacional y, especialmente, regional.