De millones
Deberíamos partir de la certificación de nuestras reservas de gas, tarea gubernamental que no puede ser secreta
Cochabamba estuvo de aniversario y recibió de regalos el proyecto múltiple Misicuni y la Planta de urea y Amoniaco Bulo Bulo, dos presentes que, si bien están en ese departamento son de importancia nacional. El primero porque contribuye al sistema eléctrico nacional y el segundo debido a que generará divisas, a corto plazo, si se cumple con las otras tareas que hacen a un proyecto de esa naturaleza.
La planta de Bulo Bulo permite la industrialización de nuestro gas que servirá de materia prima para la producción de urea, un fertilizante que tiene demanda en el mercado internacional. Para hacer posible esta industria el Estado invirtió 953 millones de dólares, más de lo programado en forma inicial; lo que fue criticado sin que haya una respuesta gubernamental.
También se cuestiona la ubicación de la misma por estar alejada del mercado natural, Brasil. Pero si miramos a otros países de la región no sería así, pues si se logra vender a la Argentina, Paraguay y el Perú, la misma es adecuada. Por supuesto que para ello se debe completar lo planificado, como es la construcción de la línea férrea que permita el transporte de la urea a varios de los países mencionados. Ése es el verdadero cuello de botella, porque por la distancia somos competitivos en relación a sus actuales proveedores de ese fertilizante.
Se debe acelerar las obras para ese tren y por lo que se conoce no hay mayores avances para destrabar el nudo dejado por los anteriores adjudicatarios del proyecto férreo. Una lástima.
Las autoridades dicen que ingresarán 223 millones de dólares por la venta de urea a lo que debemos sumar otro tanto por la comercialización de amoniaco. La suma es interesante, pero la verdad es que no se menciona si ese monto es el total de la venta o si es la ganancia, una vez descontados los costos de operación, pago de impuestos, salarios, mantenimiento de la planta, depreciación, pago de capital.
Tampoco se conoce cuántos trabajadores se necesitan para operarla, si ya fueron capacitados en caso hayan sido contratados. Ésa es la información necesaria en este momento ya que las críticas anteriores se demostrarán como válidas o si eran sólo políticas, una vez que el circuito de la producción comercialización sea realidad.
El número de empleos directos, es fundamental que se dé a conocer pues se debe evitar el clientelismo político que tanto daño le hizo y le hace al Tesoro General de la Nación. Muchas de nuestras empresas fracasaron por esa decisión partidaria que privilegia a los militantes antes que al conjunto de la población. Algunos piensan que lo construido con el dinero de todos es de ellos y que pueden hacer lo que les venga en gana. Sí, ya sé, la corrupción también.
Al número de los afortunados profesionales que ingresen a esa industria no se les debe exigir militancia, calidad de no libre pensante, sino capacidad y eficiencia, porque lo vital es que la productividad sea la requerida para que los ingresos anunciados se inscriban en los libros contables de la planta de Bulo Bulo.
La alegría que sentimos muchos bolivianos por la culminación del complejo industrial puede ser mayor cuando conozcamos lo sustancial y no sólo los datos de la propaganda oficial, que selecciona aquello que interesa al régimen, que deslumbra por los montos, pero que deja muchas interrogantes a ser absueltas por los responsables del complejo, los profesionales externos que saben de estos asuntos y que deberían hacerlo desde el punto de vista técnico, para con el fin de que haya información suficiente para que la felicidad sea completa. Y deberíamos partir de la certificación de nuestras reservas de gas, tarea gubernamental que no puede ser secreta.
El autor es periodista
Columnas de JORGE MELGAR RIOJA