Contrapeso
En el presente, el MAS no solamente aparenta seguir afines métodos y objetivos del PRI mexicano, sino que sus mañas en la administración del poder, son escalofriantemente similares. Así, no les basta manejar a su antojo el Poder Legislativo con su mayoría partidaria, sino que ansían ir por el control del Poder Judicial
Las democracias para que se precien como tales, conllevan un ingrediente imprescindible: el contrapeso. La idea del contrapeso es evitar la concentración del poder en una sola instancia, en un solo organismo, en un solo partido, en una sola persona, comprendiendo al ser humano cual un ente falible, débil, finito y susceptible de embriagarse con el poder. Si el contrapeso falla, la propensión es la concentración del poder y eso siempre, pero siempre, conduce a prácticas autoritarias, no importando si las mismas se disfrazan con el fundamentalismo liberal, donde suele rendirse dócil pleitesía a plutocracias, o con el dogmatismo colectivista, que tiende a ampararse en hegemonías partidarias, clasistas, o en el culto a caudillos. En ambas modalidades, el primer síntoma de las praxis autoritarias es que la crítica y la disidencia (tan primordiales en las democracias, pero también en el desarrollo del conocimiento y otras facultades humanas) se tornan molestas, incómodas, intolerables.
Eso fue lo que pasó en México en los tiempos de la hegemonía partidaria del PRI que, por ocho décadas, logró cooptar cada resquicio institucional y social de su país, resultando en un hiperpartidismo corrupto y funcional a oscuros intereses que, finalmente, sepultó en burocracias y mezquindades las esperanzas que trajo de la Revolución de 1910. Algo parecido sucedió en Bolivia después de la Revolución del 52, cuando el MNR tuvo análogo objetivo, sólo que el chistecito apenas les duró 12 años.
En el presente, el MAS no solamente aparenta seguir afines métodos y objetivos del PRI mexicano, sino que sus mañas en la administración del poder, son escalofriantemente similares. Así, no les basta manejar a su antojo el Poder Legislativo con su mayoría partidaria, sino que ansían ir por el control del Poder Judicial. Empero, eso tampoco les es suficiente, porque igualmente ambicionan doblegar instancias creadas, esencialmente, para ejercer contrapeso y para la defensa de la sociedad civil en relación a cualquier arbitrariedad desde los aparatos gubernamentales. Es en estas circunstancias cuando presenciamos el lamentable espectáculo del intento de asimilación de toda organización, civil o no, y adecuarla y someterla al color partidario, trastocando la disidencia en ovejuna obsecuencia y la crítica en el más adulón y baboso llunk’erío.
Ahí deviene un círculo vicioso, ya que mientras menos contrapeso, más se embriagan con el poder, mientras más se embriagan con el poder, más la patológica necesidad de acólitos serviles y llunk’us, mientras más propensión al llunk’erío, más se combate la crítica y la disidencia, mientras menos crítica y disidencia, más tonta, sumisa y conformista se torna el alma homínida.
Lo que es incomprensible es que haya gente, con más de dos dedos de frente, que considere a estas actitudes como “revolucionarias”.
Por ejemplo, ¿tanto que costó potenciar a la COB como una de las organizaciones obreras más conscientes y contestatarias de América Latina para que hoy se perfile el fin de convertirla en un mamarracho acrítico y funcional a un gobierno de turno? ¿Tanto esfuerzo que implicó levantar a la Cidob para que actualmente se busque dividirla y moldearla en una marioneta dócil y repetidora de consignas?
Lo acontecido en Achacachi y La Paz, con el saldo lamentable de personas reprimidas y arrestadas por protestar, evidencia con creces el trato gubernamental que se impone frente a la acción ciudadana, siendo esta última, prácticamente, el único contrapeso que va sobreviviendo a la hegemonía partidaria.
Y, ya sea procurando disminuirla, disgregarla o ridiculizarla, o mediante la utilización de la violencia y el amedrentamiento, no hay otra categorización para ese tipo de respuesta ante la disidencia: Nos acercamos a la homogenización al estilo del fascismo.
La autora es socióloga.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA