El indio en la óptica de Tamayo y Arguedas
La crítica frecuente, si bien demuestra la vitalidad de Pueblo Enfermo, deja un poco a trasmano la valoración de Raza de Bronce. Con todo, la novela tiene un lugar de perennidad entre las obras clásicas de la literatura boliviana
El tema del indio ha sido objeto de varios estudios. Aquí se resalta, escuetamente, lo que de él se dice en dos libros capitales. El pensador de Creación de la Pedagogía Nacional y el novelista de Raza de Bronce utilizan distinto enfoque pero coinciden en exaltar la imagen del indio. En el terreno de las ideas está la gran diferencia. En 1909 publicó Arguedas su libro de batalla Pueblo Enfermo, fervorosamente celebrado fuera y rechazado con acritud en Bolivia.
En la atmósfera intelectual de la época hay tendencias raciales, Arguedas recoge la sugestión y escribe: “De no haber predominado la sangre india, desde el comienzo habría dado el país orientación consciente a su vida, y estaría hoy al mismo nivel que muchos pueblos… ”. En otra parte de su libro expresa: “Cuando una nación, en tanto que unidad, es crónicamente incapaz de dirigir sus actividades debemos convenir franca, corajudamente, que estamos enfermos”. Empero, la observación restringida a un asunto específico, es una dolorosa verdad que se mantiene: “Bolivia es un pueblo anormal, raro y enfermo del peor de los males: la falta de honradez administrativa”. Me acusaron, y aún me acusan –dice Arguedas– de haber sido parcial y poco prudente. De lo primero no necesito defenderme, que me prueben si no dije la verdad; el cargo de imprudencia sí es justificado y lo deploro honestamente.
Abramos el otro libro. En Creación de la Pedagogía Nacional, con volapié, calificando de “triples cretinos” a sus detractores, impetuoso y mordaz, Tamayo cuestiona. “¿Qué hace el indio por el Estado? Todo. ¿Qué hace el Estado por el indio? ¡Nada! El indio tiene virtudes que no posee el cholo, menos el blanco descastado… Toda su labor es fecunda, productiva, no obstante su depresión histórica”. A manera de conclusión, afirma categórico: “El indio es pues el verdadero depositario de la energía nacional”.
Aunque continúa la polémica, no es correcto confundir la actitud del narrador de Raza de Bronce con la del autor de Pueblo Enfermo. Aunque parezca raro, no es el único caso en que la obra de un ideólogo conservador es diferente de la sensibilidad revolucionaria del artista.
Arguedas, al denunciar el abuso y el maltrato a la dignidad, planteó el primer alegato en favor del indio. El gesto reivindicativo de Raza de Bronce es muy diferente al pesimismo amargo del sociólogo. No hay la tal “narrativa de la nación enferma”. Es una novela épica e idílica de valor universal”, según André Maurois, miembro de la Academia francesa que escribió el prólogo de la versión traducida para el público francés (1966). Unamuno, refiriéndose a la novela en cuestión, manifestó: “Es un libro lleno de enseñanza y, lo que más vale, de poesía, de muy honda poesía…”.
La crítica frecuente, si bien demuestra la vitalidad de Pueblo Enfermo, deja un poco a trasmano la valoración de Raza de Bronce. Con todo, la novela tiene un lugar de perennidad entre las obras clásicas de la literatura boliviana.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
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