Colonización e inmigración de Ballivián
En 1842, más o menos, el presidente José Ballivián (1841-1847), inauguró las políticas de colonización sobre las tierras “baldías” del país, cuyas vasta geografía, comprendía cerca de 4/5 de los territorios bajo su jurisdicción soberana. Él mismo dirigió la elaboración e implementación de esta política. Visión geopolítica no le faltó. Ballivián pretendía instalar colonias europeas sobre la cuenca del río Pilcomayo y, a través de su curso, hasta los lindes de la República y, lo propio, en el extremo opuesto de aquella región, sobre la cuenca del río Beni y los llanos de Mojos.
Según indagaciones realizadas por Walter Lichtenstein, Ethel Crampton y Laura Ullrick —de la universidad estadounidense de Duke— las acciones de Antonio Acosta el comisionado del presidente Ballivián —con rango de Embajador en Londres y París— para gestionar, o vender mejor dicho, los ofertas del Gobierno boliviano entre las poblaciones potencialmente migrantes de Europa, no fueron buenas. Con todo, mediante la colaboración de August Ried, un mercader con asiento en Valparaíso, logró embaucar algunas centenas de inmigrantes procedentes de Bavaria, cuyo estatus socioeconómico, aún no sido esclarecido.
Al parecer, las colonias con asiento en el Bermejo duraron algunos años a costa de mucha convicción en la ubérrima cosecha que obtendrían, a cambio de su sacrificio epopeico, sin duda. La oferta era un fiasco, no se les proporcionó nada de lo prometido, ni siquiera las herramientas de carpintería; pero eso sólo era el postre de las mentiras. En el sitio, el único vestigio de obras civiles o de la ingeniería humana, se constituía de unas pocas chozas y un barracón militar con su atalaya de troncos al costado. En suma, las vías de acceso, instalaciones y lotes que aparecían en planos y mapas desde el principio de las negociaciones, eran ficción pura.
Para esa gente, los negocios con Bolivia fueron el desenlace trágico de su propia vida. Luego, esas las políticas “desarrollistas”, hibernaron alrededor de media centuria. José María Dalence, analizando los hábitos económicos de sus compatriotas en 1851, muy dados a traer de ultramar aquello que podrían producir en la patria, concluyó que la ciudadanía boliviana, todavía no había comprendido cuáles eran sus propios intereses.
Melgarejo no captó migrantes, pero impulsó la adjudicación sobre la explotación de vastos y ricos territorios al capital extranjero a cambio de prerrogativas fiscales irrisorias. Muchos historiadores atribuyen la pérdida del Litoral a las concesiones “irresponsables” de Melgarejo. De la caída del Mariscal, a la victoria electoral de Gregorio Pacheco en 1883, parece haber sido un periodo estéril para las políticas públicas de largo aliento.
No obstante, los mineros argentíferos del Partido Conservador cayeron del poder luego de gobernar Bolivia casi 20 años seguidos, con la derrota del presidente Severo Fernández Alonso, en la Batalla de Los Cruceros, la última de la Guerra Federal (1898-1899), sin haber aportado gran cosa al desarrollismo que proyectó Ballivián, el viejo.
Cuando los conservadores adquirieron conciencia de la necesidad de consolidar la soberanía nacional sobre las estribaciones de la cordillera andina oriental y los llanos situados allende esas serranías, era tarde para salvar el Acre. De todas maneras, los aportes del sabio Manuel Vicente Ballivián, hijo del mariscal precisamente, constituyeron las bases de las políticas públicas orientadas a instalar el progreso industrial en Bolivia… como veremos más tarde.
El autor es economista
Columnas de JUAN JOSÉ ANAYA GIORGIS