El Sillar y los nabos
No, no es una fábula de Esopo. Es la recordación de un 12 de octubre que hace casi un lustro se llevara a mi amigo José María Bakovic. Es también una anécdota sobre El Sillar, inestable tramo en perenne reparación de la carretera nueva de Cochabamba a Santa Cruz de la Sierra, que, dicho sea de paso, es sector clave de la carretera bioceánica que une el puerto brasileño de Santos con el puerto chileno de Arica: es decir, el océano Atlántico con el océano Pacífico.
Una ensoñación mía es que agarrados de faldones del frac del voraz e inmenso vecino del este y el norte bolivianos, podría ser exitoso nuestro retorno al mar arrebatado en 1879. Confiar en la nobleza y la vocación integracionista de Santiago es pedir peras al olmo, aferrado ese país a ideas geopolíticas decimonónicas de mantener al nuestro como una colonia africana rica en recursos naturales, mercado de sus productos y puertos marítimos que subsisten por el comercio boliviano.
Por fin, digo yo, pensando en Estados Unidos que vinculó los dos océanos en el siglo 19. En nuestra parte del mundo, la receta no era para solucionar en parte el enclaustramiento boliviano, sino porque Brasil necesita sacar mercancías al inmenso mercado asiático. Sin embargo, precisamente es la ubicación nacional en el centro de Sudamérica la ventaja que se aprovecha.
Era el sueño de José María Bakovic, quien confiaba en una predicción del santo Juan Bosco, le conocen por Don Bosco, de que manaría leche y miel uniendo el continente por su cintura. Si se ensalzasen los objetivos del primer Presidente Institucionalizado del entonces Servicio Nacional de Caminos (SNC), notarían que tuvo como norte la vinculación nacional, uniendo carreteras que no iban a ninguna parte al ser como muñones inconclusos. Mi amigo también insistía en la integración este-oeste del continente a través de corredores bioceánicos por Bolivia. Incluía una “Y” (Paracaya-Aiquile-Puente Arce-La Palizada), que vincularía el sur del país y sería como un bypass carretero a bloqueos cocaleros. Hoy causa tristona risa observar que sus proyecciones camineras se cumplen poco a poco, con años de retraso y quizá con millonarias “coimisiones” de por medio. Miren al Puente Banegas.
Creo que fue Salamanca quien dijo que en las espaldas de cochabambinos se podían sembrar nabos. No se refería a la “cuchuquera”, rasgo comprensible en una región con déficit de agua, sino tal vez a su aguante de abusos de politiqueros. Pudiera transponerse al pueblo boliviano todo. Ejemplos claros son las múltiples soluciones-parche que se dan a la inestabilidad geológica de El Sillar.
Ya en el año 2013, en Congreso Nacional de Ingenieros Civiles celebrado en Santa Cruz de la Sierra, la Administradora Boliviana de Carreteras (ABC) —la misma chola con otra pollera, quizá más sucia que la del Servicio Nacional de Caminos Institucionalizado de Bakovic—, presentó tres alternativas de solución.
La primera, rehabilitar el actual tramo con paliativos sin hacer un estudio hidrogeológico, que cada vez requiere contratar empresas para parchar, sin que le den solución definitiva al problema. Es la que hoy suministra “papita pa’l loro” ya que se han invertido casi 300 millones de verdes sin dar una solución definitiva.
La segunda, el “Par Vial” como lo nombró la contratista Apia XXI, era construir otra carretera al otro lado del río, donde también el terreno es deleznable. Hoy está en construcción y su justificativo es que es difícil que se caigan las dos al mismo tiempo: “profundo” argumento técnico.
La tercera opción era subir por San Jacinto por el sector de Paractito, pero la inversión era mucho mayor.
Una cuarta alternativa fue presentada por el “Bombón” Reyes Villa, entonces Alcalde de la “Llajta”. Consistía en recuperar la vieja carretera al Chapare con las mejoras pertinentes —túneles, viaductos y puentes— a través de un desvío por Aguirre. El capricho politiquero gobiernista eliminó de raíz lo que era la mejor solución; la prueba es que hoy ENDE usa esta vía para controlar sus torres de alta tensión, que por suerte no fueron tumbadas por algún conocido terrorista. ¿No recuerda al tira y afloja entre el oficialismo y la oposición, entre Misicuni y Semapa en Cochabamba?
Según recuerda mi fuente, los ingenieros bolivianos objetaron las tres primeras opciones de la contratista Apia XXI. Recomendaban la cuarta alternativa: mejorar la vía construida por prisioneros de guerra paraguayos. Garantizaba el flujo vehicular 24 horas al día, 365 días al año.
Una vez expuestas las cuatro opciones, la entonces mandamás, quizá interina, de ABC alegó que la cuarta tocaba el Parque Carrasco. Cuando se le hizo notar que dos alternativas preferidas por la ABC atravesaban también el Parque, la sabihonda respondió que “sí, pero sólo un poquito”. La burrada le costó que un ingeniero le espetara que no existe “una mujer un poquito embarazada”; es decir, la fémina está o no está con la bala adentro: “¿se toca o no se toca el Parque Nacional Carrasco?”.
Una conjetura y una conclusión. Si entonces se respetaba más la intangibilidad de los Parques Nacionales, hoy no es el caso del manoseado Territorio Indígena y Parque Nacional “Isiboro-Sécure” (Tipnis). Allí la prueba ácida del cocalero-Presidente será excretar a los advenedizos del Polígono 7, ahora que anuncian con bombos y platillos la expulsión de asentamientos ilegales en el Tipnis.
La conclusión es triste: si reeligieran una vez más a Evo Morales, sería muestra de que en las espaldas de los bolivianos se pueden sembrar nabos.
El autor es antropólogo
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO