El petróleo y el mar
Según Pedro Nolasco López, pionero del nacionalismo petrolero a inicios del siglo XX en Bolivia e ideólogo del Partido Republicano (PR), las tragedias nacionales más amargas, como las pérdidas del Litoral y del Acre, constituían el desenlace de las concesiones “irresponsables” sobre la explotación de los recursos naturales al capital extranjero que Mariano Melgarejo, y que todos los gobiernos habían imitado después. Al respecto, su coetáneo Abel Iturralde, más conocido como “el centinela del petróleo”, observaba: “Melgarejo no comprendió los peligros que acarrearían al país, los concesionarios chilenos, que obtuvieron privilegios exclusivos para explotar el salitre y el guano a cambio de nada”.
Al influjo del carácter estratégico que adquiría el petróleo para la seguridad del Estado, los reordenamientos geopolíticos orientados a la seguridad energética que conllevaba entre las potencias, y de los primeros pasos de la minería fósil estatal en Argentina; Daniel Salamanca, Abel Iturralde, Nolasco López, Rafael de Ugarte, Ramón Rivero, y otros, sostenían que los aceites minerales debían “nacionalizarse” mediante tres fases: 1. No permitir el control de las áreas productoras por una sola empresa o cártel 2. Promover las explotaciones mediante capitales nacionales 3. Estatizar gradualmente la producción.
Debido al polémico contrato, y otras venias, como la obstrucción al ingreso de la Anglo Persian Oil Co. a Caupolicán en 1921, y la condonación temporal de patentes, que el presidente Bautista Saavedra (1921-1925) otorgó a la Standard Oil en 1922, Iturralde, López y Rivero, junto a otros nacionalistas petroleros del PR, rompieron con el gobierno. Exigían anular el contrato “inconstitucional” de la Standard. Iturralde, decía en el Congreso: “el PR ha subido al poder para depurar esas perniciosas prácticas administrativas, no para seguir con los vicios”. Para él, la Standard sería tan nefasta para Bolivia como la Cía. Salitres de Antofagasta en los tiempos de la guerra del pacífico.
En los hechos, el “nacionalismo petrolero” aglutinado en torno a la primera cruzada contra la Standard Oil, ofreció dura oposición a todo cambio social orientado a menoscabar los privilegios de la elite, aun así, su lucha por la causa petrolera, fue clave constituyendo la pregunta: ¿a quién y cómo beneficia la explotación de los recursos naturales? En nuestros días, cabe preguntarse cómo podríamos utilizar los hidrocarburos para volver al mar con soberanía, en los marcos pacíficos de la diplomacia.
El autor es economista
Columnas de JUAN JOSÉ ANAYA GIORGIS