Tres actores, dos bandos y no hay agua
Mis condiscípulos de la Generación 61 del Colegio La Salle hacemos algo más que reuniones para comer rico, beber en exceso y publicar fotos recordatorias. Hace poco visitamos la usina eléctrica de la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE) en Molle Molle. Es gigantesca: tres turbinas de 40 MW de capacidad cada una. O sea, 120 MW de generación de energía eléctrica: un poco menos del 10 por ciento de lo demandado en energía eléctrica de toda Bolivia. Es energía renovable que será fuente de ingresos más real que los vellocinos de oro extractivos y efímeros del gas natural suroriental, el hierro de Mutún o el litio del salar de Uyuni. Si bien en la actualidad exportar electricidad es otro vellocino ilusorio, construidas las represas en Rositas, El Bala, Cachuela Esperanza y otros megaproyectos en carpeta quizá para obnubilar votantes, aumentaría la oferta que el país tendría para vender.
Cuando visitamos Molle Molle, sólo funcionaba una turbina sólo por tres horas diarias; me dicen que ahora son dos. Ya con bandadas de patos, no llenaban su laguna artificial con el agua de Misicuni porque si soltaban el líquido reventarían vetustas cañerías y no existían canales de riego. Encima, si la próxima época de lluvias fuera generosa, colmatarían los ríos que alimentan la represa de Misicuni (hay dos ríos más en mente) y llenarían el gigantesco reservorio que ataja la represa de 120 metros de altura, alta como un edificio de 30 pisos. Agua hay de sobra.
Algo no cuaja. ¿Por qué “la Llajta bendita” no se rocía en duchas diarias, bebe del agua de grifos hogareños y reverdece plantas, “chillijchis” y jacarandás? ¿Por qué no riegan fértiles tierras vallunas en vez de pelear por el agua de la vieja represa de la Angostura que regaló el México revolucionario? ¿Por qué hay cada vez más cisternas que arruinan calles para suplir depósitos de apartamentos? Un albañil contaba que en el sur valluno pelean por un turril de agua a ocho bolivianos.
Hay tres actores en el melodrama. Un Misicuni que tardó 10 años en concretarse y era ya un “Asicuni” motivo de sardónica risa. El Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (Semapa), que heredó la renuencia de cambiar obsoletas cañerías, o trocarlas de pulgada en pulgada para que cada cierto tiempo venga otro jugoso contratito. La Empresa Nacional de Electricidad (ENDE), a cargo de la generación de energía eléctrica, es testigo de semejante tira y afloja; me dicen que su gente no gana tanto como en la estatal YPFB.
La politiquería aporta el tira y afloja de dos villanos en brega y se sabotean entre sí: Misicuni es del Gobierno, Semapa de la oposición. El resultado del embrollo es que no hay agua, peor ahora que aumentó en 15 por ciento la demanda y disminuyeron con la sequía los reservorios usuales.
El balance hídrico del valle cochabambino no es estático. En 2016, Semapa calculaba que la demanda de agua en la ciudad era de 1.830 litros por segundo (lts/seg); la oferta llegaba a casi la mitad, 952 lts/seg. Sin embargo, las pérdidas por defecto de fugas en las viejas cañerías, la oferta real se reducía a 571 lt/seg. Hoy Semapa machaca que nadaremos en agua con 1.000 lts/seg a partir de enero del 2018.
El Proyecto Múltiple Misicuni –agua, riego y electricidad– prevé la provisión de 3.300 litros por segundo de agua, de los de los cuales 2.200 lts/seg suplirían a todas las empresas de agua de la conurbación: Cercado, Tiquipaya, Sacaba, Colcapirhua, Quillacollo, Vinto, Sipe Sipe. Los labradores, mejor dicho, los “originario indígena campesino” (ribete en boga hasta que el propio Presidente de los bolivianos se refirió a sí mismo como “indio”), deben tener otras prioridades. No reclaman canales de riego tal vez porque el agua hoy se considera un derecho humano que quizá provee ductos y remoja plantíos por obra y gracia de la Pachamama, o del Espíritu Santo.
Algo no cuaja, repito. ¿Falla uno de los tres protagonistas o es la sempiterna imprevisión de los bolivianos? Me quedo con la segunda, que en el pasado ha mutilado el territorio patrio en guerras bravuconas o en mesas diplomáticas. Esta vez se puede apuntar a la politiquería, ¿también en las otras? En efecto, ni la Semapa hoy “de la oposición” ni el Gobierno hacen nada y se pasan la pelota de semejante descuido. Tanto mentar al pueblo en los discursos demagógicos y es precisamente el pueblo el que paga el pato. ¿Acaso el dúo musical de Novillo y el charanguero hicieron algo?, y la cantaleta continúa.
El agua de Misicuni me recuerda al cuento infantil del pastorcito que alertaba al poblado de la llegada del lobo. No le hicieron caso la primera, segunda y tercera vez. Llegó el lobo y se comió a las ovejas. En este caso, quizá soy un pastorcillo entre muchos otros, pero el agua está aquí y no mojará los tobillos de la gente, mucho menos sus resecas gargantas. Maldita sea la imprevisión politiquera. ¿O es que los políticos se rigen por los proyectos que atraen votos o prorrogan mandatos?
El autor es antropólogo
win1943@gmail.com
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO