Nada por aquí…
Nos desayunamos con la noticia de que un vivillo se había apoderado de unos cuantos miles de bolivianos, nada que nos asuste después de conocer tantos escándalos de corrupción, de asaltos de los que son simples robos a los que se llevan vidas.
Pero pasadas las horas el monto que el sujeto se había apropiado del Banco Unión (estatal) fue en ascenso. Se llegó a los 37 millones de bolivianos. Y la sorpresa ya no es por la cantidad sino la facilidad con que una sola persona se lleva esa suma sin que nadie note nada. Qué impresionante.
Nos dicen que el monto robado es insignificante, que los celulares decomisados por la Policía se perdieron y hay disputas entre sus miembros y los del Ministerio Público para salvar responsabilidades. Que se va recuperar el dinero aunque el ladrón afirma que nunca lo encontrarán.
Hay tal cantidad de información del caso que usted puede dictar una conferencia sobre un aspecto del mismo. Puede ponerse a reír pues mucho de lo que se difunde llama a eso. Pero debemos aceptar que existe algo raro, que no encaja, y deberíamos llorar ya que no hay seguridad para los miles de clientes del Banco Unión, del sistema en general.
Tenemos una Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI) que fue burlada con una facilidad tal que da terror. Y no es el primer caso en que falla. Ya hay una causa abierta en Trinidad por un desfalco piramidal en el que según los denunciantes hubo negligencia que permitió la fuga de los delincuentes, y de dinero por supuesto.
Da terror porque en este proceso se pone énfasis en lo estatal. Hemos vuelto al capitalismo de Estado donde el Gobierno es juez y parte. Lo que es un verdadero peligro ya que los fiscalizadores no responden al interés general sino al partido, al jefe que los puso y éste al que lo eligió a él hasta llegar a la cúspide.
La duda está en saber si alguna vez conoceremos la verdad de lo que sucedió en el Banco Unión, si el joven bachiller en humanidades fue tan inteligente como para burlar controles o si es el que cargará con toda la culpa de un supuesto sistema de robo institucionalizado.
También debemos preguntarnos si los controles en las empresas públicas son severos, si hay la seriedad, si quienes lo hacen son profesionales o personas afines a alguien del poder. Y cabe la duda porque las autoridades fiscalizadoras dependen de los ministerios que controlan alguna actividad económica en la que el Estado tiene dinero, nuestro dinero.
Luego de pensar en este tema y asumir que los controles no funcionan como deben, que estamos a merced del poder, me di cuenta que hay mucho más para estar aterrorizados. El sistema de pensiones está en proceso de pasar a manos del Gobierno a través de la Gestora Pública que se hará cargo del trabajo que hacen las administradoras de fondos de pensiones. Entidad que no ha podido arrancar y que lleva consumida una cantidad de millones en eso de organizarla. Que pagó un software en lugar de comprar el de las que hasta ahora manejaron los ahorros de los trabajadores.
¿Por qué se optó por la administración pública? ¿Será que los controles no fallarán aunque estos sean de la misma índole que la ASFI? ¿Será por las dietas para directores? ¿O se ve una fuente de recursos de fácil acceso?
Los trabajadores del país deben preocuparse y pedir cuenta a sus dirigentes que estaban en la obligación de prever los peligros. Los jubilados de igual forma, pues existe el riesgo de que su dinero encuentre una vía de escape que lo deje con el deseo de pasar sus últimos años con una pensión. Hay que aprovechar el retraso y revisar la decisión que deja el queso al cuidado del gato, y tal vez dejar el actual sistema con cambios que mejoren las condiciones para los afiliados.
El autor es periodista
Columnas de JORGE MELGAR RIOJA