Un lobo antes, un perro ahora
De la nada, una fiera le brincó a la cabeza a un joven “mujik”, campesino ruso de la lejana provincia de Smolensk, y le clavó los colmillos en la frente. El lobo luego se revolvió enfurecido hacia otro mujik mayor y le hundió las fauces espumosas en el rostro. Logró arrancarle el labio inferior y parte de la mejilla. En una lucha infernal, el mujik consiguió reducir al lobo y matarlo a hachazos.
Con ellos dos, había otros 17 campesinos mordidos por este lobo rabioso. El animal, en su alocada carrera de dos días y dos noches, había atacado a cuantos encontró en su camino. Todos presentaban heridas tan graves que parecían puñaladas. La pesadilla apenas había comenzado. Les esperaba una muerte horrible… a no ser que hicieran un largo viaje desde Rusia hasta Francia, en busca de un hombre que podía ser su salvador: Louis Pasteur, un químico cuyo nombre corría de boca en boca porque había logrado salvar a un niño italiano mordido por un perro rabioso.
Emprendieron la larga travesía. Llegaron a París gritando un nombre: ¡Pasteur! El científico los atendió inmediatamente y les inoculó su invención: la vacuna antirrábica. Tres no pudieron sobrevivir, los que fueron atacados en el rostro, y los restantes 16 volvieron a su patria, sintiéndose renacidos. Era el siglo XIX.
Ahora, dos siglos después, la rabia sigue estando presente entre nosotros, a pesar de la disponibilidad de la vacuna y a las campañas masivas de vacunación. En Santa Cruz, el mal ha alcanzado niveles denominados de “epizootia”, término que define una enfermedad contagiosa que ataca a un número inusual de animales y humanos. Los reportes periodísticos cruceños señalan que, en lo que va del año, hubo 385 casos comprobados de rabia canina, con la cantidad diaria de tres o cuatro perros infectados.
Tan grave es el problema en Santa Cruz que ya hubo casos de rabia humana en el 2017, con tres personas muertas a consecuencia del mal. En enero de este año murió un adolescente por mordedura de perro desconocido. En mayo, una niña fue la segunda víctima, igualmente por perro extraño. Los dos, que apenas comenzaban a vivir, han tenido una muerte horrenda que hubiera sido completamente evitable. Como si no bastara, en octubre murió un hombre de unos 50 años, por las mismas causas. Como se ve, el mal no distingue entre hombres o mujeres, entre niños o adultos.
El problema radica en nuestra ignorancia y desconsideración. Algunas familias crían perros que superan en exceso sus posibilidades y los tienen en las calles librados a la buena de Dios, estos son los semi-callejeros. Tal vez los hacen vacunar, tal vez no. Quizás le aplican el refuerzo, quizás no.
Otras personas, peor aún, abandonan definitivamente a sus perros. Son jaurías que recorren los mercados, los basurales, los mataderos, en busca de comida, desnudando nuestro verdadero rostro de país tercermundista. Estos perros definitivamente no están vacunados y son los transmisores del mal.
Ante situación tan salida de control, las autoridades cruceñas han optado por soluciones desesperadas y políticamente incorrectas, como es la captura de todo perro callejero y la respectiva eutanasia. Y han saltado los activistas de defensa de toda vida animal. En uno foro de Facebook se puede leer: “Si ves a la perrera hasle frente y pelea x esos seres indefensos q dependen de ti para q no se los lleven y sean asesinados. Lucha x ellos, pelea, grita x sus derechos” (SIC). Así las cosas, habrá gresca entre unos funcionarios intentando atrapar canes vagabundos y un colectivo haciéndoles frente y liberándolos.
Menos mal que en Cochabamba las lecciones pueden ser aprendidas. Las autoridades a cargo reportaron 38 casos de rabia canina en el departamento y ninguno de caso humano. Es momento de plantearse qué es lo tenemos que hacer con los perros callejeros, si atraparlos a todos, ponerlos en custodia y realizar una vigorosa campaña de adopción. Si resulta exitosa, bien por nuestra salud. Si no hay voluntarios para adopción y siguen pululando los canes por ahí, la situación es exactamente la misma que para aquellos mujiks rusos. Da lo mismo un lobo que un perro rabioso. El virus está ahí.
La autora es docente e investigadora universitaria.
Columnas de SONIA CASTRO ESCALANTE