La muerte
Acabamos de pasar la fiesta de Todos Santos y difuntos, despedimos a nuestras almitas, seres queridos que nos dejaron y que el 1 de noviembre llegan y nos acompañan hasta el día siguiente. Quizá porque este año nos tocó armar el mast’aku en casa o la llamada “mesa”, es que conciencié y me percaté con más fuerza de la interesante concepción que tenemos sobre la muerte. Es entonces que aquel “del polvo viniste y en polvo te convertirás” es sobrepasado por el “no te fuiste del todo ni para siempre”, y es así que en esta fiesta recibimos a nuestros seres queridos con los platos y bocadillos que más les gustaban. Representamos su figura en las famosas t’antawawas. Tratamos de representar el mundo, el inframundo y el cielo desde donde bajan y suben por medio de una escalera, hecha también de pan. En fin, varios detalles que guarda la mesa y que adquieren sentido en el contexto de que la muerte significa un seguir estando, en otro estado, de otra manera, pero a fin de cuentas continuar viviendo. Es satisfactorio que cada año se vaya revalorizando nuestra cultura y sus prácticas; pues depende de seguir practicando el ritual para su supervivencia y para no perder esta concepción de la muerte.
Paralelamente, me ha llamado la atención particularmente este año de lo extendida que está la fiesta de Halloween. He podido ver niños, niñas, adolescentes y jóvenes caminar disfrazados por las calles, los negocios de venta de calabazas y disfraces se han apoderado de las avenidas por doquier. Sin embargo, en el mismo sentido que líneas arriba reflexiono sobre la concepción de muerte que tiene esta fiesta. Me pregunto: ¿qué significa Halloween en Bolivia?, ¿compartimos la concepción de muerte que dio origen a la misma? Si es que vamos a participar de esta fiestas con nuestros niños, sería bueno explicar el origen y sentido que tiene el Halloween en un contexto de Todos Santos y difuntos; pues de lo contrario es una fiesta que se va extendiendo y se halla desarraigada de la concepción de la muerte que tenemos, o simplemente se convierte en una fiesta de disfraces y de petición de dulces, incluso de la representación del horror, tan disímil del recibimiento de las almas en el contexto boliviano.
Concuerdo en que el sincretismo, la hibridación se da en todas las culturas, sin embargo, no nos haría mal que tal asimilación se haga con un poco de explicación hacia nuestros niños/as, pues justamente participando en este tipo de rituales y festividades es donde se produce el proceso de socialización, aprendizaje de las concepciones, y el de la muerte en particular, como una etapa de la vida que es crucial.
Con todo, siempre existen las zonas de refugio, lugares como en la comunidad de Qoari (Tiraque) donde se conservan estas tradiciones y Todos Santos se celebra con sentimiento, acompañando siempre a las almas de los seres queridos que rondan y que a inicios de noviembre se hacen mimar con las ofrendas y están con más énfasis en nuestra memoria.
La autora es socióloga y antropóloga
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ