Y ahora… ¡¡¡fundamentalista!!!
“No sé si en el futuro vamos a acabar con la democracia occidental de mayorías y minorías. Yo vengo del movimiento indígena originario y allí he visto cómo se aprobaba en reuniones, concentraciones, del ayllu, de la comunidad, que no haya votación, porque en votación ya hay mayorías y minorías”.
¿Es una propuesta? ¿Un deseo? ¿Una amenaza? ¿O la crónica de una conspiración democrática, una subversión al orden constitucional?
Partamos del hecho de que Morales no viene del movimiento indígena originario ni del ayllu, sino que su formación es la sindical, donde la decisión mayoritaria somete a la minoría sin derecho a réplica; él viene de la enseñanza de una práctica política que, al no conseguir acuerdo unánime ni aceptación de la mayoría de los participantes en el debate, se hace lo que “manda esa mayoría”, sometiendo a los “que pierden”; ni más ni menos, así funciona.
Evidentemente esta es una forma de democracia que se usa para lograr unidad de clase en pos de avanzar en la reivindicación sectorial; pero ese no es el tema que nos ocupa, aun cuando es imprescindible dejar en claro que Morales no “sale” del movimiento indígena originario.
Plantear el método de toma decisiones de ayllu, de asamblea, para un Estado, es involucionar; se supone que en la antigua Grecia y en otras civilizaciones similares la Asamblea era la manera de resolver problemas de comunidad y probablemente en el ayllu pueda funcionar aquello, aunque no me deja muy convencido lo que pasó recién nomás en Achacachi, donde colisionaron los modelos del ayllu y el de la democracia formal, liberal, si se quiere, cuyas consecuencias ya se conocen. Un espacio territorial único, partido sin que hasta la fecha solucione sus problemas de gobernabilidad, pero, para un Estado que tiene una Constitución Política del Estado que se reconoce democrático y de derecho y que “adopta para su gobierno la forma democrática, representativa”, aquello de “No sé si en el futuro vamos a acabar con la democracia occidental de mayorías y minorías”, suena subversivo y desestructurador de lo que conocemos como Estado boliviano.
La democracia es la suma de los disensos; entre no iguales es donde se hace la verdadera democracia; en pensamientos diferentes, la democracia establece que hay y debe haber ganadores y perdedores y que estos últimos tienen el derecho de hacer, gestionar, consultar, peticionar en el espacio donde se desempeñen, sea en el nivel central, en los departamentales, en los municipales y en todos los demás, eso se entiende como la búsqueda de contrapesos. Así pese mucho el ganador, el que pierde no se subsume o somete en silencio, sin palabras; asume la pérdida y acata democráticamente el veredicto de la urna o la decisión de la mayoría pero mantiene sus derechos a oponerse.
Morales parece estar muy nervioso y desesperado; ¡plantear “acabar” con la única forma de organización de Estado que conoce la República de Bolivia es una soberana estupidez! En esa Constitución a la que el Presidente miró con sorpresa y evidente agrado (la de 1826) porque hablaba de “cargos vitalicios” ya se establecía la forma democrática (popular representativo) que rige nuestra práctica política; ahí está la elección de gobernantes, la división de poderes, la elección de representantes, (selectiva la clasificación de quienes votaban y podían ser elegidos, evidentemente, cosa que se entiende por la época), de manera tal que aquello de que “a futuro se puede acabar con la democracia occidental”, es nada más que la desesperación de mantener el Poder a como dé lugar.
El ayllu, lo comunitario, la elección por usos y costumbres, son “instituciones culturales y ancestrales” reconocidas por el Estado boliviano en función al modo tradicional de organización, pero este es un país mestizo mayoritariamente que, desde que nació a la vida independiente, después de 15 años de guerrillas de las republiquetas que decidieron conformarlo, conoce una forma de democracia y, seguramente no estará dispuesto a que el Presidente, desesperado por seguir en el poder, “la acabe”.
El Presidente sabe lo que dice y porqué lo dice; él sabe que en la sociedad mestiza hay miedo de ser considerado “discriminador” si se oponen a las barbaridades que, a nombre de supuestas “culturas” se pretende hacer; el miedo paraliza tanto que se lo deja hacer y avanzar; así progresan los extremismos y los fundamentalismos, cuando los que tienen que hablar se callan, cuando los que deben defender sus modos y sistemas de vida en democracia plena, no lo hacen…
Creo que es tiempo de mirar lo que hace Morales desde la óptica de “su” tentación totalitaria… después, puede ser tarde.
El autor es comunicador
Columnas de CARLOS F. VALVERDE BRAVO