Tiquipaya ante el riesgo de quedar sólo con sus nombres lindos
Los lindos nombres que tienen las urbanizaciones en Tiquipaya y que evocan a la naturaleza pueden ser lo único que quede de la llamada tierra de las flores.
La muerte lenta de los eucaliptos que están en la entrada al municipio es un mal presagio. De 492 árboles, 128 están enfermos, con las raíces necrosadas, víctimas del “escarabajo taladro” (Phoracantha semipunctata), pero también del crecimiento urbano que reemplaza la tierra y el pasto por el asfalto.
Toda la arboleda está tapada con cemento, el agua de lluvia no ingresa al suelo. El canal de riesgos que pasa a lado de los eucaliptos también está impermeabilizado.
Hoy los árboles que en el pasado daban sombra y purificaban el aire son un peligro para quienes viven y pasan el lugar. Muchos se quieren ir y han puesto su casa en venta. No soportan la idea de que un día, cuando el viento sea muy fuerte, las raíces no resistan y uno de los eucaliptos se les venga encima.
Pero, lo que pasa con la arboleda se repite en otros lugares, los bosques se mueren, dijo sin dudar el ingeniero agrónomo Víctor Velasco, que desde marzo es testigo de la agonía de estos gigantes que mueren de pie.
A casi dos kilómetros de la arboleda está el vivero municipal que trabaja silenciosamente en la producción de miles de molles, terebintos, eucaliptos, pinos, jacarandás, paltas y otras especies. Son una esperanza para revertir la pérdida de tantos árboles, pero sólo funcionará si se logra reforestar unos 100 mil plantines al año y se reduce la mortandad a lo mínimo. En cinco años, la historia puede ser distinta.
La autora es Macroeditora Metropolitana
Columnas de KATIUSKA VÁSQUEZ