Una cancillería poco diplomática
Una de las debilidades de la gestión del Presidente del Estado desde su primera posesión ha sido la del manejo poco profesional del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, por la actuación improvisada de sus dos titulares y sus sucesivos colaboradores y el excesivo protagonismo de muchos de los colaboradores del Primer Mandatario en otras áreas interesados en sobresalir en este campo.
A ello se suma que la dirección de la política exterior ha respondido a los intereses de corto plazo y eminentemente ideológicos del partido de gobierno y sus líderes, conducción que ha provocado que un inicial entusiasmo generado por el origen étnico del nuevo mandatario y varios de sus colaboradores vaya disminuyendo y se transforme en crítica por la desacertada decisión de querer postular una vez más al Presidente, así sea violando la Constitución Política del Estado (CPE).
Otra muestra de la debilidad mencionada es que los más resonantes éxitos de la actual gestión en esta materia no han sido consecuencia del trabajo del Ministerio de Relaciones Exteriores. Más bien, su actuación, en algunas oportunidades, ha generado fricciones innecesarias cuya resolución ha costado esfuerzo. Es el caso de la demanda que se ha interpuesto ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) contra Chile para que este país dialogue de buena fe respecto a nuestra legítima demanda de volver a tener una salida soberana al Océano Pacífico. En este proceso la Cancillería poco ha intervenido y resulta que, ahora y en función a intereses político sectarios pretende exigir al vocero de este proceso, Carlos Mesa, rendir un informe detallado de una reunión que sostuvo con el saliente encargado de negocios de EEUU.
En muchas oportunidades se ha insistido en que el tema de la demanda en contra de Chile no sea utilizada con fines de política interna, actitud que el Primer Mandatario ha mantenido, pero que, ante la desesperación de prorrogarse sine die en el poder, parecería que pretende ser modificada si nos atenemos a la exigencia mencionada, y sobre la cual han coincidido también otras autoridades y dirigentes del MAS.
Ante esas expresiones (y absteniéndonos de comentar las denuncias de la renunciante viceministra de Relaciones Exteriores denunciando malos tratos), corresponde, por un lado, ratificar la improvisación que domina en la Cancillería y, por el otro, reiterar que la estrategia del mar no debe ser utilizada con fines de política interna, advirtiendo que cualquier intento en ese sentido será debidamente registrado por la sociedad.