Habló el pueblo
Lo del domingo 3 de diciembre pasado tenía un final anunciado, un resultado que se ha ratificado. El voto nulo y el blanco se constituyeron en la estrella del día. Los magistrados electos no han superado las expectativas de sus impulsores. El más votado para el Tribunal Supremo de Justicia obtuvo el 19,5 de la votación en su jurisdicción, Pando, y para el Tribunal Constitucional el 15,5 que lo logró el candidato en el Beni. La sumatoria de todos es del 30% en el país.
Magro resultado para pensar que habrá una mejor justicia en poco tiempo. Pero como debemos darle el beneficio de la duda, esperemos que cumplan su función, su tarea básica, administrar justicia y no cumplir las órdenes del poder que los hizo candidatos. Ahora ganadores, diría los únicos ganadores, pues tendrán un salario por los próximos 6 años.
¿Pero qué nos deja esta elección? Por una parte hemos podido comprobar que aquello de no permitir las campañas es tan solo un enunciado. En lo que corresponde a mi ámbito territorial esta se hizo de forma silenciosa, con pactos y con consignas. No todos cumplieron lo que declararon a los medios de comunicación, pero la gente de a pie, los que están lejos de las élites, decidieron por la opción que muestra el mayor porcentaje de la votación. Lo que valida la hipótesis que los partidos políticos de oposición no determinarían el resultado, sería la conciencia ciudadana y así fue.
También se puede deducir que existen diferencias internas en el MAS. Los grupos se decantaron por uno u otro candidato, sin que esto afecte el porcentaje de la votación total que está en el 30%; base sólida de una futura candidatura el 2019, pero insuficiente para mantener los dos tercios que ahora posee en la Asamblea Legislativa Plurinacional.
En algunas regiones hay denuncia de fraude, de que votan fallecidos. Esa es una señal de alarma que debemos estudiar con mucho cuidado. Si el padrón electoral no es depurado, si la auditoría que se realiza no es terminada antes de las elecciones generales próximas, habrá un elemento que va quitar legitimidad al Tribunal Supremo Electoral ya cuestionado por muchos.
Ha quedado en evidencia que el ciudadano va por su cuenta. Que está molesto por la forma arbitraria como se manejan los asuntos de Estado y que esa molestia no sólo es con las políticas del MAS, con las formas de aferrarse al poder, y sí contra la pasividad de una oposición que poco hace para ser eso, oposición responsable aunque la hegemonía masista estrangule su trabajo, cierre las puertas al diálogo político sobre el que se construye democracia; aunque se tenga un concepto diferente de ella.
La gente no digiere la democracia sindical del toma todo para el ganador, quiere algo más que votar y que el derrotado sea mero espectador. Quiere el equilibrio.
Por eso votó nulo y blanco para dejar un mensaje que no está de acuerdo con lo que se hace en su nombre. Y lo hizo para que haya una oposición que sea mucho más que una caja de quejas, de discursos reactivos a lo que hace el Gobierno sin presentar una agenda diferente.
Con su voto, el 60%, deja una señal clara que no teme a lo que se puede venir, pero al mismo tiempo que espera que haya oposición real. Y esa está por construirse a partir de lo que hemos visto en el pasado reciente, y al parecer no pasa por los liderazgos tradicionales.
Los que gritan en defensa de la democracia deberán demostrar que están abiertos a que gente nueva se proyecte como referente de una lucha que precisa de luchadores comprometidos con los valores democráticos, y dispuestos a refundar los mismos así como construir institucionalidad no basada en los sofismas que difunden algunas autoridades.
El autor es periodista
Columnas de JORGE MELGAR RIOJA