El país deportivo
El ascenso de Destroyers a la primera división profesional del fútbol boliviano, después de 10 años de haber descendido, y el convertirse en el sexto equipo cruceño, de un total de 14 que compiten en ese nivel, son datos suficientes para afirmar también que en este deporte se viven tiempos de cambio.
Si a eso se agrega que el próximo año se desarrollará la 11ª versión de los Juegos Suramericanos en Cochabamba y que en julio se realizará el Mundial de Fútbol en Rusia, se puede decir que 2018 será un año en que el deporte copará buena parte de la agenda pública nacional y planetaria.
Sin embargo, lo hará en medio de un serio cuestionamiento a la forma en que el deporte es manejado en la actualidad. Además del predominio de las naciones más desarrolladas en la definición de las políticas deportivas mundiales; la preeminencia de intereses privados en la formulación de convocatorias, contratos con medios audiovisuales y tráfico de deportistas, y la transformación del deporte en uno de los negocios más rentables del mundo, hacen que vaya perdiendo su naturaleza como instrumento fundamental en la formación humana.
En el país, y en su debida dimensión, la situación es similar. Los intereses de corto plazo de dirigentes y autoridades del Gobierno obstaculizan encarar un proceso de renovación deportiva que permita no sólo que se estimule en las diferentes disciplinas la formación de deportistas, hombres y mujeres, que puedan convertirse en émulos por su comportamiento físico y moral, sino que impiden promover acciones de depuración y transparencia en la administración de los recursos y organización del deporte nacional.
En este sentido, al margen de los intentos por utilizarlos en beneficio sectario, uno de los más importantes aciertos de la actual larga gestión de gobierno es la organización de los Juegos Plurinacionales, que además de convocar a la niñez y juventud a practicar las diferentes disciplinas deportivas, han creado espacios de mutuo conocimiento y reconocimiento indispensables para la consolidación de una sociedad democrática.
Sin embargo, por el predominio de una concepción utilitarista del deporte, estos juegos han tenido que cuidarse del peligro que representan maestros y padres/madres de familia que pierden toda noción de dignidad y respeto en aras a obtener el triunfo a como dé lugar.
Ante los desafíos de 2018, la sociedad misma debería asumir su cuota parte de responsabilidad para rencauzar el deporte en la vida nacional, con el convencimiento de que éste es, ante todo, una actividad de formación integral del ser humano y no un negocio o proyecto político particular.