Presidentes en democracia
El presidente Hernán Siles Suazo, mimado por este pueblo boliviano como el “Falso Conejo”, expresó contento que su gestión (instaladora de la democracia que vivimos) fue un festín de los derechos humanos. Es cierto. Ni siquiera permitió que se investigara los móviles de su secuestro ni quiso que se desenmascare a los autores. Hasta ahora se nos pondrían los pelos de punta. Concedió que los paros cívicos se sucedieran uno detrás de otro, que marchas de obreros reventaran explicando sus demandas, reivindicaciones y broncas, y hasta aceptó, amable, acortar un año su mandato. Después de tanta dictadura, el pueblo tenía el derecho de desbordarse de mil maneras. Inclusive ejercitando el abuso.
Mucha gente que conozco se quedó sentimentalmente anclada a la UDP. Pese a que no se caracterizó por aciertos, su gobierno tuvo el tino de no perjudicar la alegría democrática. Ya llegaría Víctor Paz Estensoro para ordenar semejante alboroto y ceñir la economía a la realidad hasta nuestros días. Tarea difícil aunque es cierto que dejó a mucho minero desparramado. En Santa Cruz, Tarija, Sucre y Cochabamba se fundaron barrios nuevos en la periferia, se incrementaron los taxistas y se repobló el frágil Chapare con nombres altiplánicos en espesuras del bosque: las nuevas comunidades de colonos cocaleros.
A mí me pareció acertado que el Gobierno de Paz Zamora tomara en cuenta a la oposición para definir las líneas de Estado. Los 2/3 fueron oro en su momento. Ha pasado mucho tiempo desde entonces. En la actualidad, el partido de gobierno tiene 2/3 en la asamblea nacional y piensa que puede asumir todas las decisiones. Legalmente, sí. No obstante, en democracia la idea es (y fue) tomar en cuenta por lo menos algo de lo que piensa y siente la minoría. La política como guerra no sirve a nadie. Como instrumento de paz social, en cambio, sirve a todos.
La “capitalización” de los recursos naturales y empresas del Estado me pareció una patada en el hígado. ¡Sus artificiosas mesas de negocios! El proceso de rifa aisló a la inmensa mayoría, tan ajena al traje negro, o azul, a la corbata y el perfume, a las pulseras de oro, y a todas las mariconerías del protocolo, que pronto se intuyó que otra historia iba a gestarse en un futuro próximo. El MNR había abandonado (sin retorno) el campo y se posesionó triunfal en las ciudades, montado en Mitsubishis.
Entonces llegó el Gobierno del general Hugo Banzer. Si se lo pensaba como exdictador, no debía merecer el voto de nadie. No obstante, ya había ganado una elección antes. En 1997 también ganó, aunque con poco voto, y se dispuso a gobernar haciendo nada, o muy poco, y reprimió a cocaleros del Chapare y a los juiciosos guerreros del agua. Falleció en mandato. Su vicepresidente inició una cruzada de institucionalización del país pero ya la humanidad se había organizado para refundar la realidad del Estado con la participación de la mayoría históricamente excluida, subordinada, obligada a votar por siglas que no los representaban.
El fugaz retorno de los capitalizadores aceleró el proceso de fractura.
Carlos Mesa fue el presidente de mejor oratoria que tuvo el país, y ha de ser recordado por sus formidables discursos. En su breve mandato, sin embargo, sus palabras no condolieron a los partidos políticos y su orfandad fue manifiesta. Rodríguez Veltzé, un hombre pensado para ser juez toda la vida, lo sucedió para convocar a elecciones generales.
El año 2006 se posesionó el presidente Evo Morales. Es una gestión que continúa. Los recursos naturales parecen estar a buen recaudo, pero se enfrenta la contradicción de falta de dinero y tecnología para exploración. Se tiene empresas estatales aunque algunas no funcionan. La Constitución nombra a todos los pueblos de la gran nación, pero no son respetados en la medida de lo prometido. Existe inclusión social, pero se teme una posible oligarquía del proceso de cambio. Se ha construido mucha infraestructura y se ha redistribuido la riqueza como nunca, pero la corrupción prolifera sin temor. No hay renovación de liderazgo y existe la decisión de insistir con el actual gobernante pese a la ley y a la consulta al soberano. El fallo del TCP modifica la Constitución sin competencia. El empecinamiento a presentarse de candidato el año 2019 es un gravísimo error de fondo y forma.
El autor es escritor.
Columnas de GONZALO LEMA