Médicos for export
El tema de la salud pública es una papa caliente en varios países del mundo, que no han encontrado la fórmula de buenas políticas de salud para brindar servicios en zonas alejadas de su territorio, porque —explican— sus médicos locales se resisten a radicar en lugares inhóspitos o no son suficientes. La solución ha consistido en “importar” médicos caribeños, mediante convenios tripartitos entre la Organización Panamericana de la Salud (OPS), los respectivos ministerios de salud de los países receptores y el Ministerio de Salud de Cuba.
En inicio, un desastre natural, una emergencia inusual detona la necesidad de mayor presencia de médicos. Los profesionales locales, en esas circunstancias, no dan abasto. Esto sucedió en 2005 en Pakistán, que sufrió uno de los peores terremotos de su historia. Los heridos se contaban por miles. Ahí aparecieron 2.500 médicos cubanos, que, según reportes, hicieron una labor extraordinaria. A partir de ese momento calamitoso, la llegada de médicos cubanos ya fue una constante. También estuvieron, además de muchos otros países, en Liberia, con el asunto del temido ébola.
No sólo tan lejos de nuestro continente. A casi todos los países de la región llegan los médicos cubanos. Hubo una terrible inundación en Piura-Perú en marzo de 2017, y desde luego ahí estuvieron médicos cubanos remediando la situación de salud de los damnificados. No obstante, la presencia de los profesionales caribeños no era reciente, sino que databa desde 2004. Desde entonces, había ya conflictos con los médicos locales, que cuestionaban su formación y el hecho de que los desplazaran de puestos médicos.
Chile también cuenta con misiones cubanas de médicos. En ese país se observa una paradoja: una encuesta a la población atendida a principios de 2017, arrojaba una percepción casi excelente de la atención a los cubanos, a tal punto que los chilenos encuestados (sectores empobrecidos) preferían ser atendidos por cubanos en primer lugar ¡y en último lugar por sus connacionales! Por lo que se ve, el talante cordial y desinhibido de los caribeños es bien valorado.
Y aquí viene la segunda parte de la paradoja, que no tiene que ver exactamente con los médicos, sino con la formación profesional en Cuba. A los médicos chilenos graduados en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de Cuba, al momento de someterse al Examen Único Nacional de Conocimientos de Medicina (Eunacom), que revalida la calidad profesional de los graduados en el extranjero, les va desastrosamente. Tan desastrosamente, que hasta han formado una asociación exigiendo no ser medidos por ese Eunacom. Claro está que las autoridades chilenas les han advertido que, o se someten y aprueban, o dejan de trabajar en instituciones públicas. Si a estos chilenos graduados en la ELAM les va tan mal, no hay por qué pensar que a los cubanos graduados en esa misma institución les va a ir mejor, a no ser que precisamente esos chilenos sean cortos de luces.
A Brasil, a ese extenso territorio que recorre por la inmensa Amazonia, llegan por cientos. A inicios de 2017, arribaron casi mil. En el vecino país, el problema de las misiones cubanas se ha teñido de demandas judiciales y ha desnudado la verdadera naturaleza de estas misiones “altruistas”. Los médicos cubanos han acudido a tribunales brasileños en demanda de que se les pague todo, y no una cantidad exigua y que la parte del león se la quede el Gobierno cubano. Algunos jueces les han concedido la razón a los cubanos e inmediatamente las sanciones cubanas se han puesto en marcha. Han sido declarados desertores, no pueden volver a la isla en ocho años y sus familias han empezado a ser hostigadas.
En nuestro país, tenemos las brigadas cubanas desde enero de 2006. Queridos por algunos, detestados por otros, ahora tienen que cumplir con un propósito más ideológico que altruista, que es conformar asociaciones paralelas que intentan neutralizar las protestas médicas. Tristes peones de un deleznable tablero de ajedrez. Semiesclavos en el siglo XXI.
La autora es docente e investigadora universitaria
Columnas de SONIA CASTRO ESCALANTE