20 años de Gobierno ¿imprescindibles?

Según un folleto con pretensiones constitutivas del Estado Nación que el MNR publicó el 1 de mayo de 1952, en las entrañas de indios y cholos se incubaba el porvenir de Bolivia ¿La llegada de Evo Morales al poder no encarna acaso la eclosión de aquel porvenir? Si bien varios intelectuales cuestionan el carácter indígena del Gobierno del MAS –y argumentos no faltan como el asunto del Tipnis por ejemplo–, no podemos desconocer la influyente presencia de sectores indígenas en la coalición del MAS, y menos la de sus ingredientes cholos.

Guste o no, la ascensión del MAS al poder ha significado reordenamientos profundos en la sociedad boliviana incorporando sin intermediarios a la gestión del Estado a “quienes siempre habían sido ignorados si no se trataba de utilizarlos como pongos, siervos o peones de las minas”, como prometía realizar el MNR en el mismo folleto.

 ¿Precisamos a Evo gobernando hasta el 2025 para galvanizar los avances ciudadanos del “proceso de cambio”?, o por el contrario, su prorroguismo ¿amenaza la institucionalización duradera y saludable de aquellos?

A raíz de las recientes movilizaciones contra el nuevo Código Penal y el fallo del Tribunal Constitucional habilitando la cuarta repostulación de Evo, se ha estado evocando mucho aquel aforismo político: “el poder corrompe” a lo largo y a lo ancho de los espacios políticos populares, pequeño burgueses y burgueses. Sin duda corrompe, pero hay más. Todos los hombres de Estado son en alguna medida prisioneros de su rol en ciertas circunstancias políticas. Sin crucifixión no hay buena nueva, muy triste sí, pero cierto hasta el momento.

¿Cuál sería la situación de Evo en ese sentido? Es decir, ¿hasta qué punto es el engrane “insustituible” para “vivir bien” –como dirían sus secuaces–, y hasta qué punto, un caudillo anquilosado en el poder en nombre del “vivir bien”? Vertamos algunas hipótesis procurando explicar el porqué de su prorroguismo:

1. Nos engañó a todos desde un principio utilizando la política como un medio para obtener beneficios personales. 2. Descubrió que su interpretación sobre la sociedad boliviana no reflejaba su realidad sólo una vez instalado en el poder; pero admitirlo sería desastroso buscando instituir, siquiera nominalmente, al Estado Plurinacional. 3. Las cosas no salieron como estaba previsto, pero no importa, ya no concibe la vida sin las mieles del poder. 4. Aunque sus mandos medios y las bases le fallan, leal a sus convicciones sobre su papel mesiánico liberando a la humanidad, sigue adelante hasta las últimas consecuencias. 5. Una combinación variable de las anteriores.

Aunque no es fácil crear liderazgos de sucesión para la conducción de un proceso político en el que se juega la refundación del Estado y en un país culturalmente caudillista como el nuestro, la capacidad para formar liderazgos sucesores al suyo nunca ha figurado entre las virtudes del Presidente, y no parece dispuesto a intentarlo faltando un año y fracción para la próxima elección presidencial.

De hecho, en ese momento, la no repostulación de Evo fortalecería las aspiraciones restauradoras de la derecha, o los autodenominados “sistémicos” durante el ocaso de la denominada “democracia pactada” a inicios del siglo XXI: MIR, ADN, MNR, etc. Sin embargo, mediante la reelección indefinida, el Estado Plurinacional también marcha hacia su destrucción, sólo que por otra vía: incongruencia entre discurso y praxis deslegitimando a su propia Constitución Política del Estado. ¡Vaya paradoja!

El autor es economista.
llamadecristal@hotmail.com