Espacio, incertidumbre y circunstancia
Como bien expresa el barón Jordis von Lohausen, en esta vida nada es seguro, hasta lo sólido es capaz de derretirse súbitamente. Pero en todo momento está presente el ser humano, con su voluntad y capacidad de cargar con las incógnitas que enfrenta. La historia mundial, nacional o personal ha sido y será el lugar de lo inesperado. Sólo una cosa es relativamente inmutable: el espacio en el que cada instante ocurre. Y aunque la tecnología puede modificar parcialmente al espacio, aún así, éste prevalece. No en vano los geopolíticos valoran en grado sumo al espacio; es la única magnitud fija en la ecuación de las acciones sociales e individuales. Cualquier humano —sin importar nivel cultural, raza o religión— necesita un lugar en el omnipresente espacio.
El presente es fruto del pasado y el futuro es un libro en blanco listo para ser llenado en base a las decisiones que se tomen, las que inevitablemente acarrearán consecuencias; ellas podrán ser óptimas, regulares o funestas. Si bien existe el libre albedrío, cabe agregar un vital aspecto complementario: el entorno alrededor de cada cual, o sea, la circunstancia, el medio ambiente nativo, algo que está más allá de la voluntad propia y por encima del libre albedrío. Nadie sabe dónde nacerá ni cuándo morirá. Tampoco se elige ni el tiempo ni el lugar para nacer, son factores ajenos a uno mismo. Y dicha circunstancia puede ser excelente, mediocre o mala, así de simple. Una cosa es nacer en un lugar paupérrimo o en medio de bombas, conflictos, hambrunas y desastres naturales. Otra muy diferente el nacer en un lugar de excelencia o, por lo menos, con buena capacidad de proyección para ser feliz o exitoso.
Diversas circunstancias pueden cambiar el rumbo de la existencia individual y hasta el de la historia; desde la muerte súbita del potencial conquistador hasta el nacimiento de un nuevo líder salvador son elementos capaces de “patear el tablero” y modificar abruptamente los escenarios. Todo es posible y todo es incierto. Siempre habrá incertidumbre; en ese marco deberán tomarse decisiones. Lo único valedero y tangible, será el espacio, el sitio donde uno come, trabaja, procrea y hasta lucha. Las circunstancias son como un caleidoscopio, se alteran continuamente; amplían el radio de acción del libre albedrío o —al contrario— lo pueden disminuir drásticamente.
El “soy yo y mi circunstancia” del filósofo español José Ortega y Gasset es pues algo más profundo que un simple aforismo. Encierra la verdad limitante o expansiva del medio ambiente —social o geográfico— del individuo y de la comunidad en que vive. Esa circunstancia, ubicada en “x” espacio de “y” lugar, marcará el destino de cada persona en su contexto específico. El espacio define el marco, las circunstancias definirán las posibilidades de acción y el libre albedrío tomará decisiones óptimas, regulares o desastrosas. Al final, ninguna de las acciones es previsible y nada está predeterminado, salvo el espacio, ese inamovible mojón y referente básico en el que se suceden múltiples acciones. Durante milenios la configuración del mundo ha permanecido igual, aunque ahora se perciben algunas alteraciones debido al cambio climático. Así están las cosas, pero aún el espacio —con clima y topografía diversos— sigue mandando; su influencia define la conducta de pueblos y personas.
El autor es excanciller de Bolivia, economista y politólogo
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