‘Ramo de olivo’ para kurdos en Siria
El 20 de enero 2018 Turquía lanzó repentinamente una ofensiva militar sobre Afrin, capital de la provincia siria Idlib, una enclave kurda en Siria situada solo a 60 kilómetros al norte de la ciudad-mártir de Alepo. La ofensiva turca está dirigida contra las milicias kurdas YPG (Unidades de Protección del Pueblo) ligadas al PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), enemigo interno número 1 del gobierno turco. Las milicias kurdas se defienden con valentía, lo que retarda el avance de la ofensiva llamada irónicamente ‘operación ramo de olivo’. Aliados de las fuerzas americanas en la guerra contra el yihad en Irak, los kurdos son ahora víctimas del nacionalismo turco.
Los kurdos, cuyo número se estima en 35 millones y que habitan Kurdistán, no tienen un territorio con fronteras internacionalmente reconocidas. El pueblo sin país más numeroso del mundo tiene su población repartida entre cuatro estados: 15 millones kurdos viven en Turquía, 6 a 7 millones en Irán, 5 millones en Irak y 2 millones en Siria. La gran mayoría de los kurdos es musulmán sunita (80%), pero su identidad nacional es definida sobre todo por etnicidad y cultura.
Mientras en Irak los kurdos gozan de una relativa autonomía gracias a los recientes, aunque coyunturales, méritos de los peshmergas (soldados del Kurdistán de Irak) en la guerra con yihad, en Turquía el PKK es declarado organización terrorista (también por los EEUU y Unión Europea) y su líder Abdullah Ocalan se encuentra en la cárcel desde ya varios años. Las ambiciones de Massoud Barzani, líder kurdo en Irak, chocan con las de PKK, que aprovechando la guerra civil en Siria, ha promovido un embrión de estado en el Kurdistán sirio. De este modo los kurdos disponen de dos liderazgos y de dos modelos para su futuro: autonomía petrolera, paternalista y clánica del Kurdistán de Irak; e independencia de facto, laica, autoritaria y socialista del Kurdistán sirio.
El gobierno de Siria y sus aliados Irán y Egipto han condenado la ofensiva turca. Los países occidentales involucrados en el conflicto sirio han solicitado de que la ofensiva se lleve a cabo con ‘moderación’ a fin de minimizar las víctimas civiles. Los EEUU por su lado han reconocido que Turquía tiene derecho de defenderse de los elementos terroristas, lo que contribuye a la confusión. Nadie quiere enfadar a Turquía -miembro de OTAN- en una situación internacional bastante complicada. Sus acciones militares se enmarcan en los acuerdos de Astana, concluidos entre Rusia, Turquía e Irán y que prevén el establecimiento de posiciones militares turcas en la provincia de Idlib. Turquía parece motivada por el temor de ver consolidarse en sus fronteras a un mini estado kurdo de facto en franca oposición a su política de asimilación de la población kurda y que proporciona un “mal ejemplo” para kurdos que viven en Turquía.
La acción militar turca se desarrolla en el contexto de un fin de la guerra siria, que debería concluir por los acuerdos de paz. Todos están listos para pescar en el río revuelto de los actuales procesos de negociación en curso. Rusia ha convocado una conferencia de ‘paz para el pueblo sirio’ en Sotchi para fines de febrero, sin embargo, ni los kurdos de Siria ni los opositores al régimen Assad van a participar. Los opositores hacen parte de las negociaciones organizados en Viena por las NNUU y los kurdos se ven impedidos de participar en cualquier proceso de paz, impedidos por el ‘ramo de olivo’ ofrecido por Ankara. Huérfanos del apoyo internacional, a pesar de sus méritos en la guerra contra yihad, los kurdos sirios están solos para defender su aspiración de independencia.
El autor es comunicador social
Columnas de STANISLAW CZAPLICKI