El siglo del Yo
Pedíamos lluvia y la lluvia llegó. Nadie se preguntó si teníamos la suficiente cobertura vegetal en zonas de riesgo ante las precipitaciones pluviales, nadie cuestionó sobre la planificación territorial sobre todo si había una alteración en la estructura de los suelos, si los canales de agua tenían el suficiente mantenimiento o si se hacía un manejo integral de cuencas. Tampoco averiguamos si teníamos la suficiente masa boscosa, sobre todo de eucaliptos que son barreras naturales que nos protegen por su gran demanda de agua, la cual permitiría mantener casi intactas las franjas de seguridad. No, los habitantes de esta ciudad, que toma ya la estética de un surrealismo horroroso, decidimos seguir mirándonos el ombligo, imbuidos en crisis existenciales, laborales o de fe.
Luego se vino la hecatombe conocida por todos y justo en el territorio donde en abril del 2010 segeneraba la gran vitrina en la Primera Conferencia de los Pueblos sobre Cambio Climático, la cual tuvo como premisa fortalecer acciones en los caminos del vivir bien, además de cuestionar los usos instrumentales que se hacían del entorno, encuentro que a mi parecer terminó siendo un lugar de vasta palabrería y poca incidencia. Lo que sí sucedió en Tiquipaya es que se comenzó a vivir un proceso acelerado de construcciones además de una sistemática deforestación, lo cual nos hace suponer que los cochalos odiamos minuciosamente a los árboles. Las cifras no mienten, la fundación alemana Friedrich Ebert Stiftung, calculó que el país pierde anualmente 350.000 hectáreas de bosques debido a actividades tanto legales como clandestinas. Esas 350.000 hectáreas implican unos 320 metros cuadrados por persona de pérdida de bosque al año.
"El Siglo del Yo" o "The Century of the Self" es una serie dirigida por Adam Curtis para la BBC. En ella se disecciona ese sistemático trabajo sobre el yo egocéntrico y manipulable de la sociedad contemporánea, uno que va perdiendo de forma acelerada su conciencia histórica. Con este fin se centra en el trabajo de Edward Bernays, el sobrino americano de Sigmund Freud, quien se encargó de realizar estudios sobre cómo se podría dominar a las masas creando una retórica complaciente yretorcida de sus deseos, que muy pocas veces les permitirá construir una conciencia social, esa que tiene directa relación con el ya lejano “vivir bien”.A partir de esto Bernays creó una teoría llamada “La ingeniería del consentimiento” según la cual hay que ejercer una nueva forma de la alienación, convirtiendo a los sujetos enmáquinas de felicidad, las cuales serán la clave para elprogreso económico. En este ámbito los temas como la violencia o el medioambiente son espacios de discusión pero a los que realmente se les va a brindar mínima importancia en acción. La Pachamama convenientemente usada en una discursividad meramente enunciativa es la vía para conseguir un bien material y no se constituye en parte vital de la existencia.
Así en un siglo de la individualidad exacerbada y celebrada en cada anuncio publicitario y en los portales del mundo virtual, ahí donde las selfies son la representación más evidente del marketing personal de nuestras pequeñas máquinas de irrisoria felicidad, ha evidenciado que la antropofagia cochala parece no tener posibilidad de saciedad. A pesar de todas las campañas de solidaridad de tipo estacional donde de seguro se mueven intenciones más que loables, no podemos negar que nos estamos comiendo todo, nuestra hambre no tiene fin y en este terrible festín preferimos engullir y regurgitar lo que queda en absoluta soledad.
La autora es escritora y comunicadora social
Columnas de CECILIA ROMERO