Tiquipaya: 8 muertos que no se olvidan
Las muertes de Alejandra Candia Granado (23), de su bebé de nueve meses, de Arthur Orihuela (4) a causa de un desborde de las quebradas que fueron tapadas por construcciones en Chilimarca, Tiquipaya, en 2016, no pueden quedar en el olvido.
Tampoco las de Gamadiel Rojas (12), el niño que murió en la mazamorra del 6 de febrero pasado, por ir a buscar a su mascota. Al igual que las de Héctor Torrico (77), Teodoro Acuña (78), Paulina Montaño (42) y Janeth Nina (37), víctimas del peor desastre, que muchos afirman pudo haberse evitado si se atendían las señales de advertencia, que sostienen que el Parque Nacional Tunari y sus límites no se pueden urbanizar por el peligro de inundaciones y la pérdida de acuíferos.
La vida de estas ocho personas no pueden ser sólo parte de la contabilidad que cada año se elabora para el recuento de los daños que dejan los desastres naturales, inundaciones, granizadas, deslizamientos, nevadas.
Pero, más doloroso que dejar a las víctimas reducidas a un número es el olvido; más aún, cuando eso permite que la historia se vuelva a repetir.
Tiquipaya, su gente, sus autoridades y todos, recibimos varias señales del enorme riesgo que corrían las personas asentadas en la falda del Parque Nacional Tunari. La más contundente la de diciembre de 2016 con la pérdida de tres vidas.
Periodista de Los Tiempos
Columnas de KATIUSKA VÁSQUEZ