Una nueva frustración
Hace algo más de seis meses, en junio del año pasado, el Consejo de la Región Metropolitana Kanata dio a Cochabamba una muy buena noticia. Presentó el Documento Base de Contratación (DBC) de la licitación para la implementación de una planta de tratamiento de residuos sólidos de los siete municipios, lo que, según se expuso en los ampulosos discursos que suelen acompañar ese tipo de anuncios, abriría la posibilidad de que los municipios del eje se pongan por fin a la altura de cualquier ciudad moderna.
Ese anuncio fue muy bien acogido porque se suponía que mediante el tal DBC se coronaban exitosamente dos años de reuniones de coordinación entre las autoridades de la Gobernación y los siete municipios involucrados. De paso, parecía que por fin la Región Metropolitana Kanata dejaba de ser una ley vacía de contenido práctico.
Muy poco duró ese entusiasmo. Como ocurre con demasiada frecuencia, los hechos terminaron dando la razón a quienes creen que alentar cualquier forma de optimismo en Cochabamba es un acto de ingenuidad.
En efecto, hace pocos días, el Gobernador ha echado por la borda cualquier ilusión al respecto al dar por fracasados todos los esfuerzos hechos y por perdidos los 2,3 millones de bolivianos gastados por los siete municipios y la Gobernación para proyectar un sistema de recojo y procesamiento de basura que esté a la altura de sus necesidades.
La magnitud de ese fracaso es enorme. No sólo porque así de grande es el problema de la basura, sino porque pone en evidencia una vez más la estrechez de miras quienes tienen en sus manos los siete Gobiernos municipales y el Gobierno departamental. Se confirma que los destinos de Cochabamba, y no sólo de su basura, están en manos de personas incapaces de pasar por encima de sus mezquindades y anteponer las urgencias de los habitantes de este valle cuando llega la hora de tomar decisiones.
Lo mismo puede decirse sobre la manera como sistemáticamente se posterga la solución de los principales problemas de nuestra región. La negligencia criminal con que se descuidó la preservación de la ladera sur del Parque Tunari y el manejo de cuencas, con los efectos por todos conocidos, es la peor pero no la única muestra de lo que eso significa. La falta de inversiones para construir una red urbana de agua y alcantarillado, para salvar de la putrefacción al río Rocha y a las pocas lagunas urbanas que quedan, la inexistencia de un plan de regulación del transporte metropolitano, entre muchos otros asuntos pendientes, son prueba de lo dicho.