Del Pintumayu al río Taquiña, dos experiencias diferentes
A principios de 1978, en plena época de lluvias y al poco tiempo de haber asumido Cordeco la responsabilidad en la atención de las torrenteras, nos tocó al personal de la institución lidiar con una de las primeras mazamorras que, por su volumen y peligrosidad, era parecida a lo ocurrido con el río Taquiña. La masa de piedra y lodo bajó de noche hasta las cercanías de la avenida Simón López donde existían muchas viviendas y familias que ante el extraño ruido despertaron a la madrugada quedando aterrorizadas; estaban rodeadas de agua turbia mezclada con lodo que al taponarse en el puente ingresó a la avenida y a varias casas; por el lado norte, muy cerca, más de 20 viviendas en construcción con adobe habían desaparecido enterradas por la mazamorra. Ante la intensa lluvia el riesgo de que baje más mazamorra era previsible, por lo que con la ayuda de los vecinos todas las familias desocuparon sus viviendas saliendo sanos y salvos. Infelizmente no tuvieron la misma suerte las personas sepultadas por la mazamorra del río Taquiña los días pasados.
Las brigadas técnicas y de emergencia de Cordeco, apoyadas por la Prefectura, el Servicio de Caminos y la Séptima División de Ejército llegaron al lugar en el menor tiempo posible socorriendo a las familias damnificadas y ante todo para realizar trabajos con maquinaria pesada protegiendo a la principal urbanización en peligro el barrio Santa Ana y zonas vecinas. Es muy importante explicar que aquel año (1978) toda la ladera a ambos lados del Pintumayu estaba cubierta de bosque nativo y abundante vegetación, eran áreas de pastoreo comunitario con algunas chozas de las familias originarias del lugar donde vivían; no había viviendas nuevas, por lo que esta razón la mazamorra al desbordarse de su cauce natural desde la parte alta bajó por un lado de la torrentera con fuerza demoledora y se enmarañó en el bosque de algarrobos, k’iñas, molles, llok’es, retamas, t’olas y otras especies nativas que frenaron y bloquearon a esa enorme masa de piedra y lodo, cual si fuesen muros de hormigón armado, quedando la mayor parte de este material pesado en medio del bosque maltrecho que resistió semejante embestida de la naturaleza, llegando solamente una pequeña cantidad hasta las viviendas en construcción sepultadas. Este bosque fue sin duda alguna el mejor colmatador biológico que he conocido, superó en eficiencia y rendimiento, con costo cero, a cuantos colmatadores de cemento fueron construidos en la zona del derrumbe.
Gracias al bosque y la abundante vegetación nativa se salvó de un desastre mayor el barrio Santa Ana y las viviendas de la avenida Simón López próximas al Pintumayu. Pero también es muy importante rescatar para la memoria pública que esta vegetación ahorró a Cordeco mayores gastos de operación de su maquinaria pesada; se retiró varios miles de toneladas de mazamorra del lecho del río que fue infinitamente menor a la magnitud, con seis metros de altura depositada en el lecho del río Taquiña y sus alrededores con gastos millonarios.
Esta experiencia fue la mejor lección aprendida, más que los postgrados académicos, que marcó y orientó nuestro trabajo técnico para preservar las áreas verdes, consolidar y ampliar la formación de bosques en el Parque Nacional Tunari manejando como a un organismo vivo, con enfoque de cuenca, donde se originan 41 torrenteras y ríos que en los años lluviosos, algunos inundan el valle cochabambino o provocan algunos desastres como la Taquiña.
Además de construir los colmatadores, defensivos y plantaciones forestales, hay algo muy importante que rescatar en la memoria histórica. Se inició con la delimitación física de la franja de seguridad y las áreas verdes de la cuenca del Pintumayu para que nadie construya viviendas en el futuro evitando así cualquier desastre. Se marcó 50 metros a ambos lados del borde de la torrentera para la franja de seguridad y otros 100 metros adicionales para las áreas verdes en las cuales solo podía forestarse, manteniendo la vegetación nativa, admitiéndose únicamente la instalación de parques de recreación o vías de acceso en estas áreas. Esta norma, después se aplicó con la creación del Promic a todos los ríos y torrenteras de alto riesgo de inundaciones como parte del sistema de planificación y manejo integral de 39 cuencas que bajan de la cordillera del Tunari, ampliando sus actividades a otros río del departamento de Cochabamba.
Desde la desaparición de Cordeco en 1995 dejó de operar el Promic en la línea trazada por esta institución y hasta cambió de nombre abandonando el manejo de las cuencas con las trágicas consecuencias que ahora vivimos .
Hay que reiterar nuevamente que la cuenca Taquiña es de alto riesgo de inundación, clasificada en la categoría uno; por eso está vigente la prohibición de construir edificios en las franjas de seguridad y áreas verdes que lamentablemente, con la fiebre de loteamientos, no se ha respetado nada y la mayor parte de las viviendas sepultadas se encuentran dentro de esta franja, donde en vez de cemento debía plantarse árboles para cuidar toda la cuenca.
Ex gerente de Cordeco y del Parque Nacional Tunari
Columnas de GUIDO ESPINOZA TERÁN