Quizás traten de matar menos…
La violencia ligada al narcotráfico ha vuelto a aumentar en México en forma proporcional al tamaño de este enorme negocio ilegal de 19 a 29 miles de millones de dólares americanos anuales generados solo por la venta de las drogas en los Estados Unidos. Según las cifras oficiales del gobierno mexicano hubo 174.652 bajas civiles entre los años 2007-2016 y 26.293 desapariciones en el mismo periodo. Especialmente afectado es el estado de Guerrero donde se cultiva las amapolas, la materia prima para la producción de opio. La Iglesia Católica quisiera pacificar el conflicto, pero no tiene una estrategia válida. Los curas católicos son ellos mismos víctimas de la violencia con 21 muertes en los últimos cinco años, sin olvidar el asesinato del cardenal Posadas en 1993. Por un lado la iglesia se queja de lo que considera falta de capacidad de las autoridades para controlar el crimen organizado y lo condena públicamente, pero por el otro lado colude con los narcos en privado. Algunos carteles “piadosos” hacen lo que se llama narco-aportes hasta financiando la construcción de las iglesias.
El obispo Salvador Rangel Mendoza de la diócesis de Chilpancingo tiene establecido un diálogo con los jefes de los carteles rivales, que se disputan los territorios de cultivo.
– No les estoy reprochando su conducta –dice– sino trato de hablar con ellos y resolver los problemas por más pequeños que sean como por ejemplo el intercambio de prisioneros, gracias al respeto que tienen todavía para los sacerdotes, a pesar de su brutalidad.
Rangel tiene contactos con ocho grupos criminales presentes en la diócesis, pero sus ruegos por la paz no siempre son escuchados. Rangel dice tener más miedo al gobierno que a los narcotraficantes, lo que no es sorprendente después de la desaparición forzada en 2014, hasta hora no esclarecida, de 43 estudiantes de Iguala de manos de las fuerzas del orden. No hay duda, la estrategia del gobierno mexicano en la guerra contra el narcotráfico no trae resultados. El obispo es realista cuando se pregunta ¿cuándo terminará el cultivo de amapola? Y se responde a sí mismo: cuando la gente tenga otras opciones.
Los intentos de diálogo del obispo Rangel son criticados como inviables. También las familias de las víctimas expresan reservas sobre los acuerdos concluidos con los responsables de desaparición o secuestro de sus seres queridos. Rangel está dolorosamente consciente de estos desafíos pero insiste que el camino de la paz incluye dialogar con los jefes del crimen.
El enfoque del Rangel es inusual. Parece increíble que un obispo católico tenga tratos con los criminales en ejercicio, que no son arrepentidos. Su actuar es revelador también de la impotencia del Estado, cuyas fuerzas del orden representan una amenaza para la población quizás mayor que el crimen organizado. Asimismo la falta de opciones económicas es un freno para salir de este impase sin fin. Recuerdo el papel de la iglesia católica durante la guerra civil en El Salvador con los asesinatos del arzobispo Oscar Arnulfo Romero y de los sacerdotes de la UCA por un lado y el rol mediador de la iglesia para gestionar los Días de Tranquilidad o sea de tregua para vacunar a los niños, por el otro. En las circunstancias de México el enfoque poco ortodoxo de convivencia pragmática con los narcos por parte de Rangel parece estar apuntando en la misma dirección y aliviar un poco la brutalidad del conflicto, cuando "no es necesario"...
El autor es comunicador social
Columnas de STANISLAW CZAPLICKI