La educación y los desastres naturales
Los daños causados por las lluvias han sacudido la conciencia colectiva. Lo testimonian opiniones calificadas y anuncios públicos de que se están enmendando errores y otorgando prioridad real a las políticas públicas sobre los temas de medioambiente. Pero el punto no es, solamente, mejorar la eficiencia de las instituciones responsables o las asignaciones presupuestarias… tiene que ver con la educación de toda la población.
La normativa nacional y municipal y los diversos programas en marcha reconocen que falta educación ciudadana sobre este tema. Los desastres naturales no los ocasionan solamente los fenómenos naturales, sino las malas decisiones humanas o la falta de ellas. Junto a acciones en otros campos, la educación tiene un lugar destacado en las políticas de prevención.
Los niños representan un 60% de los afectados por estos fenómenos, según Unicef. Similar indicador, de seguro, se encuentra en Bolivia. Cerca de dos mil estudiantes en más de un centenar de unidades educativas quedaron afectados, recientemente. Las escuelas y sus estudiantes pagan las consecuencias de una planificación que ignora las amenazas en los territorios donde se las ubica.
Contar con información previa para actuar oportunamente, es una lección aprendida por los ministerios de Educación de Centroamérica. Ellos cuentan con un “Sistema de Detección de Vulnerabilidad Institucional Educativa”. Es una herramienta virtual para uso en centros escolares. Un grupo de docentes padres de familia y actores claves de la comunidad, llenan un formulario que recoge información sobre el entorno, las condiciones de la infraestructura, la accesibilidad y las acciones de riesgo. La información se reúne en una plataforma digital y se analiza para determinar el nivel de riesgo de cada establecimiento educativo y su entorno inmediato. Así se establecen las principales necesidades de escuelas y colegios para una adecuada toma de decisiones. Es una muy buena práctica que nuestras autoridades educativas podrían explorar.
Para lograr “una escuela segura” se necesita algo más. El aprendizaje de conocimientos, habilidades y comportamientos es parte de nuestro Sistema Educativo Plurinacional. La Ley 602 de Gestión de Riesgos ha encargado al Ministerio de Educación la tarea de incorporar en la malla curricular esta temática. El sacudón de la conciencia ciudadana ocasionado por los desastres sufridos recientemente, debería estimular a una revisión exhaustiva de qué se está haciendo en esa dirección.
Tema central es el aprendizaje sobre cambio climático. El Ministerio de Educación requiere fortalecer sus capacidades para implementar las políticas y estrategias pertinentes: programas de estudio, formación y capacitación de los maestros, planes de protección escolar. Toda la ciudadanía requiere adoptar y fortalecer, si es que ya existiera, una cultura local, regional y nacional para la prevención y la reducción del riesgo de desastres ocasionados por fenómenos peligrosos de origen natural y social.
Las iniciativas internacionales pueden ser una buena oportunidad de apoyo. Organismos de Naciones Unidas trabajan en la aplicación del Art. 6 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que reconoce la importancia de la educación, la formación y la sensibilización del público. Cuentan para ello con un programa de aprendizaje sobre cambio climático, con cursos en línea al alcance -no tienen costo- de técnicos, administrativos, docentes y sus formadores del Sistema Educativo Plurinacional.
Es necesaria una alfabetización sobre cambio climático para toda la población, de manera preferente para la niñez y juventud. A ello puede contribuir, también, otra buena práctica internacional. #ClimaIQ es un test semanal compartido en Twitter, donde comunicadores sociales, periodistas, docentes y jóvenes pueden probar y avanzar su conocimiento en varios temas relacionados al cambio climático.
Columnas de JORGE RIVERA PIZARRO