Dos artículos de García Linera
En dos extensos artículos (estaba tentado de escribir “mamotretos”) publicados recientemente en La Razón, el vicepresidente Álvaro García Linera hace una serie de disquisiciones sobre cómo se comporta y cuál es la composición de la clase media boliviana.
La hipótesis del primer artículo es harto simple y se basa en la supuesta idea de que las “clases medias tradicionales” han visto ocupado su espacio por “nuevas clases sociales”, de diferente apellido y color de piel gracias a las mejores condiciones de vida de los bolivianos en años recientes. Ante eso, dice García Linera, las “clases medias tradicionales” se refugian en el racismo y conservadurismo. Y como ahora ese sector social debe convivir con los “recién llegados”, entonces se siente “decadente”. Donde antes había 1,1 millones de personas, dice, ahora hay 3,3 millones.
Es interesante hacer notar que la reacción mayoritaria ante ese artículo no fue de molestia o irritación, como seguramente su autor deseaba, sino de burlas y bromas. Salieron varias de ellas en forma de memes y muchos declararon que, desde ahora en adelante, su grupo musical favorito es “Los auténticos decadentes”.
Es posible que ante el aluvión de chistes que ocasionó su primer ensayo, el Vicepresidente haya lanzado la segunda parte. En ésta, primero aclara el concepto de “decadente” (esta idea de que “nuevos apellidos” se están sumando a la clase media, y eso molesta, cree él, a las “familias tradicionales”). Pero luego hace algo ingenioso: se refiere a los escasos comentarios provocados por su primer artículo para dar la idea, falsa, de que su publicación generó un debate intelectual o académico de alto vuelo. No generó (casi) nada, pero García Linera se agarra de lo poco que se comentó para no quedarse hablando solo.
La lectura de los dos artículos deja un sabor a poco porque no solo la caracterización que realiza es enormemente superficial (“ahora la clase media es más diversa y los antiguos privilegiados reaccionan con racismo”), sino que no ayuda a explicar la situación política y social de hoy. En la jerga periodística se llaman “pajas” a los materiales insustanciales que se escriben en una Redacción, generalmente aquellos escritos por reporteros noveles. Tal vez esta palabra también sirva para caracterizar a ampulosos textos académicos, pero de poca trascendencia.
En una entrevista posterior en El Deber, García Linera buscó llenar la explicación faltante y aseguró que el oficialismo tiene el desafío de “ganarse” a esos nuevos integrantes de la clase media, pero que la “clase media tradicional” también ejerce una influencia sobre ellos. Y ahí ingresa en una contradicción, puesto que no se entiende como un “sector decadente”, como él lo llama, podría ejercer esa influencia.
Lo que habría que preguntarnos es por qué García Linera gasta su tiempo, que suponemos escaso, en publicar en el periódico que controla dos artículos que, a primera vista, no tienen nada que ver con nada. Una primera opción es que, golpeado todavía por la revelación de que no es un profesional, desea mantener su prestigio académico mediante artículos escritos en forma de ensayo. Una manera de decir “ojo, sigo siendo relevante, con o sin título profesional”.
Una segunda explicación podría ser su desconexión de la realidad: cuando su Gobierno está cuesta arriba, el Presidente tiene sólo 22% de apoyo, la corrupción se traga al oficialismo y las obras inútiles y onerosas están en todo el país (aeropuertos sin pasajeros, estadios sin espectadores, fábricas sin viabilidad, etc.), sale García Linera a hablarnos de ¡cuáles son los valores, simbología e ingresos de las clases medias!
Podríamos intentar una tercera hipótesis. Para ello, deberíamos “completar” lo que no dicen los artículos de García Linera. Si antes había 1,1 millones de personas de clase media y la oposición obtenía 40% de los votos, ¿qué sucede ahora que hay 3,3 millones en esa categoría social? Lo que parece querer decirnos es que ese aumento de la población en un segmento medio explica la caída de Morales en popularidad, que podría hacerle perder la próxima elección. Es una especie de “ponerse el parche antes de la herida”. Un parche enrevesado y poco creíble, pero parche al fin.
La verdad es otra: no es que el ascenso social de millones de bolivianos (estadísticas que habría que tomar con pinzas porque hasta el propio Evo Morales ha admitido que la pobreza extrema ha vuelto a aumentar en el país recientemente), ha hecho que el régimen pierda respaldo. No. Las acciones del Gobierno, especialmente la idea de perpetuarse en el poder de Morales, es lo que ha alienado a la mayoría de la población.
Esa razón es la más obvia y la más fácil de explicar: en Bolivia ya hubo un referéndum el 21F, y el resultado de ese acto electoral completo fue anulado por un fallo trucho que le permite a Morales postular de manera ilimitada. Y eso la gente no lo va a dejar pasar así nomás.
La otra cosa que la población debate es ¿por qué las autoridades están tan apernadas? ¿Por qué no desea abandonar el poder? Y la respuesta es también obvia: la mamadera es demasiado grande como para dejarla y, ahora que están embarrados, ya no quieren irse porque los esperan los procesos judiciales.
El autor es periodista
Twitter: RaulPenaranda1
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