A más de un siglo de aquel 8 de marzo de 1908
Hace más de un siglo, un 8 de marzo de 1908, obreras de una empresa neoyorkina, decidieron entrar en huelga y de manera pacífica encerrarse en la fábrica, pues las condiciones laborales para las mujeres eran deplorables, 14 horas de trabajo al día; a ello se añadía, para muchas, llevar el embarazo, la lactancia, dedicarse a las tareas del hogar. Y encima, los sueldos eran bajísimos respecto a los que recibían los hombres. En ese entonces las demandas eran: igualdad en el salario, jornadas laborales de 10 horas, permitir a las obreras la sindicalización como al hombre. Las reivindicaciones contravenían a intereses empresariales y gubernamentales. Es así que el propietario de la empresa Sirtwoot Cotton cerró la fábrica con candados y prendió fuego. El resultado, 129 mujeres entre las edades de 19 y 24 años murieron calcinadas.
A más de 100 años de aquella masacre, sin duda ha habido un gran avance en la conquista de los derechos de las mujeres, en el ámbito político, lugar desde donde toca tomar decisiones, hemos avanzado bastante, la paridad ha sido el lema innegociable, aunque es claro también que ahora el reto es pasar a la cualificación y a hacer las cosas de manera intachable.
En otros ámbitos, el camino para las mujeres es aún pedregoso, doloroso y latente en lo cotidiano. La violencia, en todas sus formas se manifiesta crasamente en el atentado contra la vida de las mujeres. A 70 días de haber iniciado el año, tenemos tres decenas de mujeres asesinadas, la cifra es alta. Lo que significa que cada 56 horas, una mujer muere en manos de su pareja, expareja, es decir, de alguien con quien ha tenido una cercanía y un vínculo sentimental. Y es que el sistema patriarcal, ese que con toda su saña se naturaliza y se vuelve piel en la sociedad, nos está matando. No basta la ley, la sanción, para acabar con este mal lacerante; debemos hacer trabajo hormiga en nuestras casas, nuestros barrios, en las escuelas, ya que son en estos espacios de socialización donde se nos transmiten las estigmatizaciones, las clasificaciones, las jerarquizaciones que dan origen al racismo, sexismo, homofobia que tanto daño nos hacen como humanidad.
Esperemos que no tenga que transcurrir otro siglo para que podamos vivir en una verdadera sociedad igualitaria, con equidad, y que aquella abominable diferenciación entre hombres y mujeres que se traduce en injusticia sea liquidada.
La autora es socióloga y antropóloga
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ