Noticias falsas y espacios triviales
Me intriga la expresión “fake news” (noticias falsas), desde que fuera elegida “Palabra del Año 2017” por un reconocido diccionario. Trump la usa con frecuencia para afear a medios de prensa críticos, rasgo que copian poderosos de otros países. Creó los “Fake News Awards”, versión que emula premios de la Academia, sólo que no darían estatuillas de “Óscar”, sino del bisoñé de Donald; en 2018 los agraciados, o desgraciados, fueron el New York Times y el premio Nobel de Economía Paul Krugman.
En Bolivia, Evo Morales las utiliza para denostar a periodistas contestatarios de su régimen. Quizá por ello, pongo en la misma bolsa al capo de la Casa Blanca y al inquilino prorroguista del Palacio Quemado, porque salvo abismal diferencia entre los dos países, ambos son demagogos y se nutren de la ignorancia de la gente. Lamento que no sea lo mismo si lo declara un mandamás de la potencia más poderosa y rica del mundo, a que lo chapurree el aspirante a dictador de un país que destaca en rankings mundiales si se los leyeran al revés.
El maestro de las noticias falsas que se alimenta cual alongada tenia en el intestino de algún infortunado, es el Vicepresidente del Estado Plurinacional. Falta poco para que se cumplan los 25 años en que llegaríamos al nivel de Suiza y Bolivia sigue el más pobre de Suramérica. Pero al sabihondo de mentiroso cuño, que quizá leyó de apocalípticas profecías en la cárcel, le debemos perlas como que “el sol se va a esconder y la luna se va a escapar” si Evo no es reelecto. No se la tragó ni el más obtuso de los “originarios” que le escuchaban, ¿o sí?
Tan importante como las noticias falseadas, son los espacios mediáticos que no lo merecen. El fondo es la enajenación cultural, una forma de dominación de países poderosos que denunció Armand Mattelart. La tele está plagada de remedos de éxitos de otros países, series que endiosan pichicateros o parecen mascarada turca o carnaval bíblico brasileño. Distraen la atención de la gente de lo que en verdad es importante.
Por ejemplo, sobre el llamado “banderazo” alguno subrayó con ironía que era tonto usar tantos metros de tela chilena, cuando con esos recursos y otros gastados al fósforo en movilizar miles de ilusos, podrían haber sido usados con fines educativos y comprar un submarino viejo, como el que sirve de museo en Valparaíso. “Anclado” en el “puerto seco” de Oruro, podrían matar dos pájaros de un tiro: llevar grupos de “jumentud” estudiantil a que aprendan la diferencia entre babor y estribor, en aviones que den sentido a su aeródromo, hoy quizá transitado por una que otra llama, ya que quirquinchos no hay ni para que su caparazón sirva para charangos.
En la politiquería actual, hay ejemplos de toda laya en el léxico del Socialismo del Siglo XXI. Sirvan de muestra los despilfarros de Lula da Silva, “padrino bendito” de Evo Morales. Los “nicas” tendrían que vender mucho ron si tuvieran que pagar la hidroeléctrica de Tumarí de 343 millones de dólares en Nicaragua; el 2° puente sobre el río Orinoco y las líneas 3 y 4 del Metro caraqueño en Venezuela suman más de 1.000 millones de verdes, que no podrían amortizarse ni con papel higiénico, que no hay; suman muchos bifes de chorizo los 1.500 millones de dólares del tren subterráneo en Sarmiento, Argentina; el metro de la Ciudad de Panamá cuesta otros 1.000 millones; la cereza en el pastel pudiera ser el Puerto Mariel en Cuba, que habrá que cobrárselos a Fidel. Todo esto, pregunta Álvaro Riveros Tejada, si no tienen agua en el poderoso Estado de Sao Paulo: ¿son justicieras las acciones judiciales para lograr cárcel, inhabilitación política y resarcimiento de daños de Lula?
Contrasten con los sobreprecios, léase “coimisiones”, y las deficiencias de las obras faraónicas del megalómano Presidente boliviano y su “proceso de cambio”. Un satélite que poco sirve; el costo total de estampillas, monedas y el museo de la “evomanía” en Orinoca; ¿se llevará a su chaco a la quinceañera y al helicóptero presidencial? En Chimoré construyen un estadio con más capacidad que habitantes; quizá el avión Falcon se estacionará en su aeropuerto, y ¡que sirva pa’algo! ¿Qué tal las obras del “Evo Cumple” y su obsesión con obras que se caen?
La información puede ayudar a la democracia. Pero mejor apoyo al grupo #verificado2018, un esfuerzo pionero que junta a más de 60 medios de comunicación, instituciones de la sociedad civil y universidades para rebatir información falsa, parcial o imprecisa. Sopesará la veracidad de cifras que citan candidatos a cargos electorales. Ojalá también presionen para que cumplan sus promesas, aunque me late que seguirá vigente aquel “prometer, prometer hasta meter” de políticos mentirosos y galanes empeñosos.
El autor es antropólogo
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO