El valor simbólico de tres arbolitos
Hace poco menos de dos años, a principios de abril de 2016, en Cochabamba se desencadenó un muy vigoroso movimiento ciudadano alrededor de la defensa de un arbolito que fue arrancado por funcionarios de la Intendencia Municipal en la avenida San Martín para ampliar el espacio para los vendedores callejeros.
Fue tanta la indignación y tan masiva la reacción de protesta a través de las redes sociales, que la Alcaldía se vio obligada a dar marcha atrás y reponer el arbolito erradicado, atreviéndose incluso a desobedecer lo dispuesto por la poderosa organización que aglutina a los comerciantes.
Algo muy similar ha ocurrido en pasados días. Funcionarios ediles, en un acto de pertinaz indiferencia ante uno de los temas que más aflige a la mayor parte de la población, como es la salud ambiental, han reincidido en el error, sólo que multiplicado por tres. Esta vez no ha sido sólo un pequeño arbolito, sino tres álamos los que han sido arrancados de cuajo por el mismo motivo: dar cabida a comerciantes, esta vez los dedicados a la reventa de espacios en las aceras para ver el “Corso Sorprendente”.
Desde el punto de vista de los funcionarios municipales, el asunto es irrelevante. Un árbol más o menos, o un metro más o menos de acera conquistada por los vendedores, no es algo que merezca su preocupación. Para quienes rechazan esa actitud, de lo que se trata es detener la sistemática deforestación urbana y al incontenible avance de comerciantes sobre calles, avenidas, plazas y plazuelas de nuestra ciudad.
Por eso, los tres árboles eliminados adquieren un enorme valor simbólico. Son todo un emblema representativo de una doble causa: la defensa de los árboles urbanos y la lucha contra la privatización de las áreas públicas, como las aceras.
Es importante esa doble dimensión del problema porque pone en evidencia tanto la facilidad con que el Gobierno municipal se somete a los designios de las organizaciones de los comerciantes como la eficiencia con que se da fin a cuanto árbol frondoso queda en Cochabamba, por ejemplo, para dejar espacio a los cables de Elfec, Comteco, Entel y otras empresas prestadoras de servicios.
Los resultados de esa orientación que se quiere dar al crecimiento urbano ya son bien conocidos. Nuestra ciudad está siendo convertida en una especie de horno cuya temperatura, sequedad, contaminación e indefensión ante los rayos ultravioleta del sol ya son incompatibles con la salud de sus habitantes. Y eso es algo ante lo que no hay condescendencia que valga.