¿Sabemos qué queremos?
El anhelo del acceso soberano al mar se manifestó y esto hace que nos preguntemos: ¿cuándo se pasa del patriotismo al chovinismo? Por ello, realizar un ejercicio imaginativo sobre una resolución del conflicto y sus posibles consecuencias es de suma importancia. Preguntémonos: ¿Qué queremos?
El sueño de “bañarnos en playas bolivianas” no cambiará sustancialmente nuestra experiencia marítima más allá de una subjetividad que se apropia de un territorio. El mar y la playa seguirán siendo lo que son ahora. En esta aspecto, ¿cuáles son los problemas que los bolivianos enfrentan para ir a Arica o Iquique, las zonas más cercanas por nuestras carreteras más transitadas? Personalmente no tuve ninguno, más allá de pasar los estrictos controles fronterizos, que no me parecen nada descabellados sino más bien imitables para nuestras fronteras.
Otro problema podría estar referido a las limitaciones económicas que nos trae no tener puertos propios para la importación y exportación de nuestros productos. Esto podría relativizarse si se observan las investigaciones realizadas en torno a los grupos comerciales que utilizan los puertos de Arica e Iquique. Basta mirar la formación de las nuevas élites, compuestas en su mayoría por dichos grupos, los cuales incluso se han convertido en empresarios regionales.
En cuanto a los que exportan, durante los últimos años, se han visto perjudicados por los problemas de huelgas y paros en los puertos, hecho que incide directamente sobre el transporte de los productos. La discusión sobre cómo garantizar el comercio o el asentamiento de industrias bolivianas sin que esto pase por una eterna discusión de soberanía, sería lo más práctico.
En un proceso de negociación del cual salgamos favorecidos con un enclave territorial que nos brinde acceso soberano al mar, ¿sería correcto imaginar que nos otorguen zonas desarrolladas, con puertos instalados? O más bien nos tocaría alguna zona costera que no cuente con las características necesarias. Dicho de otra forma, obtendríamos un Puerto de Ilo, que no cuenta con las características territoriales necesarias para el ingreso de grandes embarcaciones comerciales. Acondicionar el territorio para un puerto requiere inversiones multimillonarias. Mientras tanto, perderíamos los no practicados beneficios del tratado de 1904, libre transitabilidad por el territorio y puertos chilenos, constitución de agencias aduaneras o almacenamiento y uso del puerto preferencial. Lo cual subiría los costos de los productos que compramos y vendemos.
Sin ser parte de una subjetividad que se apropia de un territorio, quizás es el momento más adecuado para que las relaciones entre los pueblos se asienten de manera pacífica y se hablen de los problemas concretos y de la vivencia cotidiana que se pueden tener en el momento del disfrute de las playas o de la utilización de puertos, además de las condiciones de libre transitabilidad. Esto también podría mejorar el trato personal entre los bolivianos y chilenos que interactúan a diario.
El autor es filósofo
Columnas de ALEJANDRO CARVAJAL