La imposible misión de reconquistar a las clases medias urbanas
Para lograr un triunfo con mayoría relativa, pues en ningún caso, dadas las tendencias, podrán reeditar las amplias victorias del 2005, 2009 y 2014, el Movimiento Al Socialismo, de cara a las elecciones de 2019, se ha propuesto reconquistar a las clases medias urbanas. Este tema, para la voraz elite cleptocrática azul, en el proyecto de la reproducción permanente del poder, hoy es un “asunto de Estado”.
Una lectura minuciosa de los últimos episodios políticos y sondeos de opinión infiere que el MAS se habría quedado sólo con el voto duro de las zonas rurales, que bordea el tercio del electorado. Es decir, ya no cuenta con la simpatía y apoyo –más bien todo lo contrario– de las clases medias urbanas; segmento que apostó por Evo y el “proceso de cambio”, otorgándoles la posibilidad de ganar en las últimas dos elecciones, no sólo con mayoría absoluta, sino con el margen para conseguir dos tercios en el poder legislativo.
Ahora bien, ¿qué pasó con estas clases medias urbanas? ¿Por qué ahora demuestran más bien una actitud de repulsa a Evo y al proceso de cambio? La respuesta a estas y otras interrogantes, se pueden resumir en dos palabras: desencanto y desilusión.
Si bien no hay estudios específicos que corroboren esta tesis, la intuición nos dice a gritos. Las clases medias urbanas han percibido que el “proceso de cambio”, si todavía es lícito denominarlo así, es un burdo teatro. Más ilustradas y conscientes que el tercio del voto duro, no aceptan, ni tolerarán jamás, ese obsceno abuso del poder. Independientemente de las opciones ideológicas, que ciertamente las hay, no admiten el arbitrario sometimiento del poder judicial que, con un argumento execrable, habilitó al caudillo para su tercera repostulación desobedeciendo cínicamente la decisión soberana sellada en la consulta popular del 21F. Eso ha provocado un rechazo sistemático y generalizado. El Gobierno y la nomenclatura masista, lejos de interpretar este sentimiento, más bien lo acrecientan, afectando cada vez más su menguada legitimidad.
Si bien el rechazo a la repostulación que, en este momento, es el principal eje articulador de los movimientos ciudadanos, con características cercanas a una “demanda de alta agregación”, hay también un conjunto de factores que han incidido notablemente en el desencanto y la desilusión. El tiempo y su inexorable acción han generado radicales cambios en la percepción y juicio sobre la esencia del Gobierno. El tiempo ha develado que detrás de la verborrea y retórica revolucionaria hay una voraz élite que pretende impunemente continuar medrando del excedente económico y los recursos fiscales. Se ha develado también que la supuesta superioridad moral que les concedió la posibilidad de salvar a Bolivia de la corrupción, la decadencia y el pecado es una falacia. El tiempo, también derrumbó al mito: aquel supuesto redentor de la política no es más que un simple mortal, susceptible y extremadamente débil a la acumulación material y los pecados de la carne.
En este proceso de desentrañar lo verosímil de lo falso, las redes sociales han jugado y seguirán jugando un papel de primer orden. Es ahí donde se develaron todas las monumentales mentiras, en la medida en que los otros medios prácticamente están controlados por el poder estatal. Será ahí, por lo tanto, el campo de batalla en la intención de modificar las percepciones y subjetividades que definirán el voto las clases medias urbanas.
No obstante el “ejército cibernético” que está siendo organizado y entrenado para este fin, y el gigantesco presupuesto, a estas alturas, por lo que se ha develado y posesionado, todos los esfuerzos oficialistas serán estériles.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón.
Columnas de ROLANDO TELLERÍA A.