¿Y qué de la economía boliviana?
Es imperioso que nuestros políticos, pero sobre todo nuestros tecnócratas, volteen su mirada dejando a la espalda aunque sea por unos momentos la agitación y las sensaciones violentas que mueven las luchas políticas, para concentrarse en lo que devendrá la situación de las finanzas públicas en los siguientes años.
Es un asunto preocupante, evidentemente, para cualquiera que tenga nociones de macroeconomía y de temas de hacienda. La economía boliviana presenta un caso particular en la región dado que los exuberantes ingresos que ha recibido en los últimos años, lamentablemente, no se han traducido en progresos estructurales que estén respaldados por cifras que acusen adelanto en educación y en salud, por ejemplo.
Bolivia, más allá del discurso y la retórica políticos, se ha ido moviendo entre el liberalismo y un proteccionismo medio extraño (propio de los países que quieren apuntar al socialismo pero que no pueden llegar a él en virtud de la coyuntura internacional que empuja a la globalización). Entonces ¿dónde estamos? Pues en el justo medio.
Es ilógico pensar que el mercado lo hará todo, como es igualmente irracional pensar que el Estado podrá solucionarlo todo. Más cuando los países están en vías de desarrollo, la economía debe ser ecléctica, porque ni un denodado liberalismo ni un estatismo ortodoxo pueden por sí mismos resolver los problemas de las economías emergentes.
Hay que, entonces, ver el horizonte económico con un alto sentido práctico y realista, despojándose los políticos de las líneas ideológicas que a uno y otro puedan ser como camisas de fuerza.
Lic. en Ciencias Políticas y estudiante de la Universidad de Salamanca
Columnas de IGNACIO VERA DE RADA