Cuando el periodismo pierde a sus soldados
La prensa mundial está de luto. Luego de 19 días secuestrados por disidentes de la exguerrilla de las FARC, el diario El Comercio de Ecuador dio a conocer la muerte de tres de sus miembros: el reportero Javier Ortega, el camarógrafo Raúl Rivas y el conductor Efraín Zegarra.
“Ese momento se nos salió el alma del cuerpo… nos congelamos y quedamos sin habla”, comentó en una entrevista una de las colegas de ese país, con un nudo en la garganta.
“Y es que cuando pierdes a tus soldados, te cuestionas tantas cosas…”. Eso de llamar a esta profesión la más bonita del mundo (como tuiteó otro periodista, citando al destacado Gabriel García Márquez) no cabe en la mente después de semejante atrocidad.
Si “se trata” de una labor que, lejos de causar ataques personales, busca decir la verdad y velar por los intereses colectivos.
Esos tres profesionales fueron raptados, torturados y segados en ejercicio de su labor, sólo por cumplir con su trabajo de transmitir los hechos; ése que aquí y en muchas partes molesta y se convierte en una piedra en el zapato.
Pero no se pierde a los periodistas simplemente con la muerte. En este rubro también hay desenlaces menos dramáticos, algunos felices y otros tristes, que suceden cuando colegas de excelente —o mediocre— oficio se dedican a hacer política o aspirar a cargos públicos.
Hay aquellos que mantienen una filosofía sin reproches, otros que adoptan las mismas actitudes de aquellos a quienes criticaban cuando eran comunicadores. Existen también los que mantienen la sensibilidad ciudadana y la conciencia civil que los hace ejemplares. Y hay, como en todos los oficios , aquellos que pierden el alma en los corredores del poder.
Directora de Los Tiempos
Columnas de LUZ MARINA CANELAS ARZE