Y qué de Manuel Talamani
Mauricio Soria tiene una trayectoria fructífera. Los sitios virtuales señalan una racha de éxitos. En 2006 dirige a Wilstermann y el equipo logra el campeonato del “Clausura”. Dirige a Real Potosí y lo consagra campeón del Torneo Apertura, y este será el primer trofeo de esa índole del equipo potosino. Luego de estar tres años, lo llaman desde The Strongest y catapulta al Tigre como campeón del Torneo Apertura, cortando una sequía de siete años sin triunfos.
Retorna a Wilstermann y lo conduce hacia el ascenso a la Primera División de Bolivia. A partir de ese momento, los planetas ya no le están tan alineados. Regresa al Real Potosí. Le va mal y renuncia. Se va al club Blooming. Renuncia para un peldaño mucho mayor: la selección boliviana.
En la Copa América 2015, logra romper un maleficio de 17 partidos que pesaba sobre la selección boliviana que no ganaba en el torneo. Lo destituyen por temas económicos. Idas y venidas, líos entre los principales dirigentes de la liga boliviana. Los nuevos dirigentes lo vuelven a llamar, pero Soria se rehúsa.
Luego, se marcha a The Strongest. Bajo su conducción, los tigres logran un histórico triunfo ante Brasil. Se va también de ahí, a Blooming y ese equipo clasifica por primera vez a la segunda fase de la Copa Sudamericana. Al parecer, le insisten para que se haga cargo de la selección boliviana, tras una renuncia sorpresiva del entrenador de la “verde”. Exitoso como muchas veces, Soria consigue para la selección nacional una victoria sobre Chile, luego de 17 años que el equipo no lo lograba.
Ese es el breve recuento de la trayectoria accidentada de Soria. Muchos más vericuetos tiene su accionar violento. Se pelea con gente del público no importándole golpear aun si se trata de un anciano. Insulta a colegas mujeres mandándolas a lavar platos. Ofende a todo una colectividad como son los potosinos. Muestra gestos obscenos a otros jugadores. En fin, una historia de violencia descontrolada.
Lo peor fue lo que vimos hace días: zarandeos y golpes en contra de un trabajador suyo. Primero, dijo que era un asaltante. Se lo desenmascara. No, no había sido un asaltante. Había sido su trabajador, pero un trabajador agresor suyo, dice, que lo golpeó severamente en el ojo y le robó las llaves. Cuando se enfoca a ese casi Rocky Balboa que lo había golpeado, se ve a un joven mucho menos corpulento, de menor estatura, a quien vapuleó como a un muñeco en un mercadillo de Tiquipaya.
Los episodios de furia que Soria ha exhibido públicamente en el pasado, mientras le iba bien, le eran disculpados. Es un “loco”, decían. Agredía verbal y/o físicamente y unas veces se disculpaba, otras no. Igual le iba bien. Dejaba un club y otro club lo llamaba. Lo que importaba eran los resultados.
Soria, cuando las aguas se calmen, seguirá el curso de su vida. La fortuna que ha debido acumular (los sueldos en el fútbol son en dolarachos) le posibilitará una vida exenta de hambre y miseria. El que la tiene verdaderamente difícil es el joven Manuel Talamani, su trabajador intempestivamente despedido por mojarle el interior de su camioneta.
Aparte de ser pateado y golpeado con la hebilla del cinturón, fue agarrado de los cabellos, zarandeado, vuelto a patear. Consumada la agresión, Manuel fue calumniado como si hubiera sido un asaltante en cuadrilla. Fue arrestado y encerrado unas horas. Después le fue allanado el cuarto que ocupado en casa de su patrón y este salió nuevamente a decir que se trataba de un borracho porque había encontrado botellas de licor. Sus objetos personales le han sido confiscados. Si no fuera la solidaridad de la gente humilde de Chilimarca, estaría durmiendo en una acera.
Pantuque tuvo, en su momento, 18 abogados para que no lo sacrifiquen por morder a un niño. Ahora hay un forastero echado de su trabajo. No se ha escuchado ofertas de abogados laboralistas. Nada. Pronto el caso se diluirá. Soria volverá a dirigir otros clubes y quién sabe qué será de Manuel. Un hombre poderoso versus uno humilde.
La autora es comunicadora social.
Columnas de SONIA CASTRO ESCALANTE