Podredumbre
Ataque a Siria, más de tres decenas de muertos en Nicaragua, tres estudiantes mexicanos secuestrados y disueltos en ácido, son los sucesos escalofriantes recientes y ejemplos de la podredumbre en la que la humanidad se ha convertido. Estamos tocando fondo y los hechos espeluznantes nos muestran a ciencia cierta que la desintegración de la sociedad avanza a pasos agigantados. Tanta violencia, dirigida al punto medular de la sociedad, la integridad de las personas.
Los argumentos y justificaciones de lo injustificable bajo categorías como: seguridad de Estado, mantención del orden establecido, inseguridad ciudadana, etc. van y vienen; lo cierto es que nos hemos acostumbrado a que estos sucesos aterradores sean el pan de cada día. Podemos justificarnos con el argumento de que estamos a miles de kilómetros de los acontecimientos y nada podemos hacer. Ciertamente son asuntos de Estado, sin embargo, lo que nos sorprende es el sentimiento de indiferencia que mostramos y que repercute en la forma en la que afrontamos sucesos locales violentos, pues tampoco nos espantan la desaparición de niños, niñas, adolescentes y jóvenes aunados a redes de tráfico de órganos, redes de prostitución, trata y tráfico de personas en definitiva.
Como humanidad estamos patas arriba. La seguridad y certeza que se podría tener hace medio siglo atrás, hoy en día se han desvanecido. Coincidimos que una de las aristas del problema es el exacerbado individualismo, en aras de lograr un mayor beneficio personal en detrimento del colectivo, de la comunidad.
Son tantos los acontecimientos empapados en violencia que tenemos que hacer algo como sociedad, iniciando en el espacio más local que ocupamos, pues de lo contrario habremos fracasado como humanidad. Algunos atisbos de esperanza se vislumbran frente al debilitamiento de los Estados nacionales, en el accionar de la ciudadanía, principalmente de los sectores más vulnerables, de los desposeídos. Pues, entonces lo que nos queda es reforzar la práctica de acciones colectivas para luchar contra el capitalismo y la del dinero sobre las personas, promotores del individualismo.
La autora es socióloga y antropóloga.
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ