Lamento por la Plaza Colón
He ido viendo, con el tiempo, cómo a la Plaza Colón le fue cayendo una desgracia tras otra. Todas, por supuesto, de mano de las diversas alcaldías, esas temibles enemigas de lo que es o podría o debiera ser una ciudad. Pero lo que le están haciendo ahora mismo ya es un absoluto dechado de estupidez a la veinteava potencia. Se les ha ocurrido, ahora, cercar todo el precioso laguito, la c’ocha, la fuente de la plaza, con una “baranda”. Además hecha ésta, por supuesto, en cualquiera metalmecánica de quinta y con un diseño de quinta. ¿De dónde sacaron tan peregrina idea?
La que de lejos fue, era y no debiera dejar de serlo, la plaza más emblemática de la ciudad, vuelve a sufrir un atentado del mal gusto, la estupidez, la incomprensión de lo que es una plaza y de su condición estética y arquitectónica. La unión Prado-Plaza Colón, por otra parte, siempre hizo de ella un centro social activo, un lugar de encuentros, de sombras generosas y de flores, de salteñas y recreo. Ya perdió hace rato dos quioscos, grandes árboles, flores, sombra, mientras el mismo Prado está cada vez peor. Las coimas por construir cualquier porquería, como por ejemplo el espantoso edificio del Banco de Crédito, deben ser muy elevadas.
Hoy, totalmente venida a menos, empeora imparablemente dentro del proceso de quillacollinización que parece vivir. Pelada, con montón de árboles muertos y secos, sin sombra y con el centro de la plaza, que antes era tan agradable, lleno de cualquier tonta geometría con piedrecillas en vez de flores y de plantas, de cucardas y de setos. El puentecillo, que siempre fue un lujo, un encanto y un recuerdo, también sufrió lo suyo, y de la peor de las maneras: le pusieron mármol negro a las viejas gradas blancas de siempre. Y no es que yo tenga nada contra el mármol negro: se ve muy bien en los mausoleos y en los cementerios. El que nos interesa lo deben haberlo elegido los mismos que arruinaron la hermosa fuente de la plaza principal poniéndole espantosas luces de colores por la noche. ¿Y qué otras dudosas ‘obras’ le estarán haciendo a la Plaza Sucre? En lenguaje coloquial, aquí está, con toda su fuerza, el ch’ojcherío total. Cochabamba la ch’ojcha, Cochabamba la ciudad llena de árboles talados y mutilados sin cesar.
Y la desgracia está por doquier. Quieren degradar, también, un barrio entero mediante la abusiva construcción de un botadero de esmog sobre el Parque Excombatientes. El rechazo de toda la afligida vecindad les importó un pepino. Primero sus negocios, sus tratados, las imposiciones del todopoderoso autotransporte. Que ese barrio, cuya apacible vocación residencial se perfilaba firmemente, ahora esté condenado, prácticamente, a volverse como la Aroma, es algo que les tiene sin cuidado.
Cochabamba, que nació con los mejores ases bajo la manga para convertirse en un paraíso urbano, hace ya rato que da cuanto paso puede para convertirse en una intrascendente acumulación de avenidas, edificios donde sea y calles peladas. Encima, la Gobernación quiere sacrificar el Parque Tunari. Con eso más, la desecada ciudad debiera, simplemente, ser más realista y cambiar de nombre. Optar, por ejemplo, por algo así como Super Quillacollo o, con tanta migración, tampoco le quedaría mal Nuevo Oruro. Las barandas con que ahora cercan el laguito de la Plaza Colón, en todo caso, prueban fehacientemente cuánto más honesto sería dicho cambio de nombre.
El autor es escritor.
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.