Una Tiquipaya solitaria intenta salir del desastre
Ahora que el interés de la región está enfocado en otros aspectos como los XI Juegos Deportivos Suramericanos, con sus competidores y su inversión millonaria o el escándalo de las mochilas, las voces de los afectados por el aluvión en Tiquipaya parecen apagarse.
Ya no hay maquinaria para sacar las toneladas de lodo, las rocas, tampoco para limpiar las calles. Mientras la Alcaldía gestiona la compra de equipos, los afectados gastan sus últimos recursos en alquilar volquetas para retirar los escombros.
El drama de la gente que lo perdió todo en el desborde de la cuenca Taquiña, convertida en torrentera en Tiquipaya, parece haber pasado a segundo plano.
Las autoridades hacen reuniones para ultimar el desarrollo de los XI Juegos, entregar obras por aquí y por allá. Pero no hay ni una sola reunión para ayudar a los damnificados, para conocer su realidad. Simplemente para saber cuánta gente tiene techo o no, cuánta come, cuánta necesita trabajo y cuánta se enferma por respirar el polvo del lodo que bajó desde el Parque Tunari ese fatídico 6 de febrero, cuando murieron: Gamaliel (12), Héctor (77), Teodoro (78), Paulina (42) y Janeth (77).
Tiquipaya y sus autoridades están solas y con pocos recursos para enfrentar este desastre. Así es difícil volver a la normalidad. Sólo definir la franja de seguridad es todo un conflicto, incluso, cuando los afectados son conscientes de que el peligro no ha pasado y que ninguno será otra vez el mismo de antes.
Macroeditora de la sección Metropolitana de Los Tiempos
Columnas de KATIUSKA VÁSQUEZ