Juegos Suramericanos: la ocasión para ser mejores
Anoche se entregó el remozado estadio Félix Capriles, en un acto pleno de color y entusiasmo que fue como un minúsculo anuncio de lo que vivirá Cochabamba a partir de pasado mañana, sábado, cuando se inauguran, en ese mismo escenario, los XI Juegos Deportivos Suramericanos. Durante dos semanas, más de 4.300 atletas —de 14 países, incluido el nuestro— competirán en 377 pruebas de 35 deportes diferentes y 50 modalidades deportivas, en 44 escenarios de ocho municipios del departamento.
Y sí, los Juegos Cocha 2018 arrancan al fin, casi cinco años después de que Bolivia obtuvo la sede de ese evento. Cinco años que el país y la región y sus respectivas instancias estatales tuvieron para preparar este magno encuentro deportivo, y que terminan en medio de afanes frenéticos para tener listos algunos escenarios, críticas y polémicas en torno a la preparación de los atletas nacionales, a los contratos por invitación directa para la adquisición de equipamientos y servicios, construcción de infraestructuras y otros aspectos organizativos. Todo ello marcado por una evidente improvisación en muchos aspectos, como si los cinco años que pasaron desde 2013, cuando se tuvo la certeza de que Cochabamba sería la sede de estos Juegos, hubieran sido un tiempo insuficiente.
La cuantiosa inversión erogada por el Estado para estos Juegos, 500 millones de dólares según datos oficiales, contrasta con la mezquindad de los recursos para la preparación de los deportistas nacionales. Las causas de esa situación, en la que incluso hubo renuncias de atletas en señal de protesta, son complejas pues tienen que ver con el esquema íntegro del deporte en Bolivia, donde muchas federaciones técnicamente no existen para el sistema estatal, porque no se han adecuado a lo dispuesto en la Nueva Ley del Deporte.
A dos días del inicio de unos Juegos Suramericanos sin precedentes en el subcontinente —por el número de deportistas, deportes y países en competencia— Cochabamba parece estar lista para vivir una fiesta de dos semanas, durante las cuales los atletas que recibimos estrenarán escenarios y equipamientos espectaculares. Y no sólo ellos, sino todos los que asistan como espectadores a las competencias.
Esos escenarios y equipos, lo mismo que esas competencias en las que los atletas darán lo mejor de sí, tendrían que servirnos para tomar conciencia —todos gobernantes y gobernados— de que el deporte es una manera de vida, de organizarla y vivirla con la voluntad de superarnos, competir de manera honesta y ser capaces de enriquecer nuestro humanismo con los triunfos y aprender de nuestras derrotas y yerros.