Muy caro
¿Sabían que Odesur se creó en 1976 a iniciativa de bolivianos y argentinos? ¿Sabían que, dos años después, se dieron los famosos Juegos Odesur en Bolivia y los países participantes fueron Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Perú, Paraguay y Uruguay?
“Casualmente”, “justo”, la mayoría de esos países estaban aún gobernados por dictaduras militares, así que mientras se hacía el show, corría, literalmente, la sangre del prójimo.
Cabe aclarar que por 1978 parte de esas tiranías estaban en agonía, no sólo por la estoica y valiente movilización ciudadana que se hacía incontenible, sino por la presión del Estado que antes encausó y apoyó los autoritarismos. Jimmy Carter había asumido el poder en EE.UU. y la política internacional de ese país viró del respaldo y sostén de las dictaduras a una abierta hostilidad que clamaba por la transición democrática. En esas circunstancias, los Juegos Odesur llegaron como anillo al dedo para los gobiernos de facto, porque no faltaron los afectos al poder que creyeron que el espectáculo podría distraer la atención de pueblos vejados que se sacudían el miedo.
En ese sentido, la lección que nos trae la historia es que no se debe descontextualizar al deporte ni a nada que se nos presente con la inocente careta de “entretenimiento” y más todavía si se promueve desde el poder. En el caso de los 70, se crearon y desarrollaron los Juegos en plena época de las dictaduras militares y los países participantes o agonizaban en ellas o trataban arduamente de abolirlas. ¿Casualidad? Lo dejo a su criterio.
Allende a ese asunto ineludible, quiero manifestar una percepción, una opinión (opinión que creo, unos cuantos, compartimos) respecto a los Juegos Odesur 2018. Por suerte, vivimos en democracia y ello me permite hacerlo.
Primero, si esta apreciación incomoda, mil disculpas a los deportistas, muchos de ellos sacrificados hasta el extremo. Disculpas a los ciudadanos que ven en estos eventos una oportunidad para llevarse un poco más de pan a la boca. Mil disculpas a los optimistas y a los ingenuos.
Parece que los Juegos Odesur 2018 salen demasiado caros. Y no hablo de las noticias de millonarios y “misteriosos manejos” y afines que salieron a la luz los últimos días. Tampoco me remito a la ostentosidad de infraestructuras que esperemos tengan un uso a futuro. Menos al estridente y trivial nacionalismo que suscitan y/o al consabido circo populista que trata de retocar malestares y contradicciones internas. Ni siquiera me refiero al hecho de que para despilfarrar recursos en este tipo de espectáculos se ponen fácilmente de acuerdo oficialistas y opositores.
En realidad, hay un tema más: Nos duelen los árboles, los muchos árboles sacrificados por ciertas instalaciones deportivas. Nos duelen las “prioridades” y el vano maquillaje de un entorno que padece por la irresponsabilidad ambiental. Nos duele una laguna que ya era vulnerable antes de la nueva arremetida del cemento a nombre de estos Juegos. Con toda franqueza, anhelamos que esa laguna logre sobrevivir y adaptarse a las nuevas circunstancias. A estas alturas, no queda más que ansiar y exigir que se cumpla la promesa institucional de su resguardo y recuperación.
En otras palabras, los costos que conlleva el chiste suenan caros. Más aún en Cochabamba, una de las ciudades más contaminadas en América Latina y donde sufrimos las consecuencias de la falta de árboles y de la negligencia ambiental. Suena muy cara la cuestión. Juzguen ustedes.
La autora es socióloga.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA