La educación no comienza en la escuela
La prestigiosa revista científica británica The Lancet, en varias de sus ediciones semanales de 2017, ha publicado algunos estudios sobre la importancia de los tres primeros años de vida de las personas.
La importancia radica en que la crianza y el cuidado cariñoso favorecen las conexiones neuronales, esenciales para aprender, recordar y desarrollar sentimientos y comportamientos positivos. Los hallazgos de las neurociencias enseñan que esos tres primeros años son fundamentales para el desarrollo de habilidades en las siguientes etapas de la vida.
El Desarrollo Infantil Temprano requiere un enfoque integral: acceso a buena nutrición, servicios de salud, protección social y del bienestar del niño y oportunidades de estimulación y aprendizaje temprano. Cuando eso ocurre en los primeros años de vida, las conexiones cerebrales se realizan a la velocidad de mil por segundo. Sin ese tipo de cuidados, no se establecen buenas ni suficientes conexiones, lo que limita el desarrollo posterior. Las investigaciones de Black, Walker, Fernald y otros once especialistas de The Lancet, dan renovado vigor y base científica a las declaraciones que Unicef y Unesco han hecho en diversas oportunidades.
Los Ministerios de Educación en muchos países han comenzado a dar prioridad en su agenda a la educación de la primera infancia. Sí, la de 0 a 3 años y realizan reformas en su organización, habituada a considerar que su tarea comenzaba con el ingreso de los niños a la escuela. Hasta es probable que no pocos de mis lectores también lo creyeran así. Tenemos que cambiar esa óptica porque hoy en día existe suficiente evidencia científica para que los Ministerios de Educación tomen parte en la educación de la primera infancia. El aporte de la ciencia en los últimos años es que desarrollar los sentidos, destrezas motoras, cognitivas, lingüísticas, socioemocionales y de autorregulación del comportamiento y de las emociones, en forma debida, en los primeros años de la vida, potencia enormemente el desarrollo personal y produce altos dividendos para el desarrollo de los países.
Efectivamente, no vaya a creerse que este es un discurso inspirado en la ternura que provocan los niños más pequeños. No. La Cepal ha realizado investigaciones sobre la importancia económica de invertir en el desarrollo infantil temprano, las que concluyen que esas inversiones producen una muy alta relación costo/beneficio por el impacto positivo que tienen en el desarrollo general de la sociedad.
The Lancet también se ha ocupado de ello. Ha publicado estudios sobre las relaciones entre la atención al desarrollo infantil temprano y el desarrollo sustentable de los países. Las conclusiones muestran que no actuar en ese momento crucial de la vida, tiene un alto costo para el desarrollo de los países. No, no me he equivocado, no hablo sólo del desarrollo humano de los niños, sino del desarrollo socio-económico de los países. Los niños sin atención debida en su primera infancia tendrán un desarrollo y bienestar limitados; no estarán listos para aprender en la escuela, y en ésta, su rendimiento escolar tendrá muchas dificultades y será insuficiente; tener o no educación inicial (0-3 años) impacta en los resultados escolares. Las pruebas PISA han mostrado que los resultados que se logran a los 15 años son mejores en los adolescentes que han tenido dos años de educación inicial. Pero, además, en la adolescencia y la edad adulta, tendrán menores ingresos. Las consecuencias para la sociedad redundarán en pérdidas del PIB, que han sido estimadas por estudios de simulación en 73 países.
La OCDE ha pedido a Costa Rica y Uruguay invertir menos en educación superior y más en educación inicial. Los universitarios pueden salir a las calles en demanda de presupuesto. Los niños pequeños, no. Pero la sociedad debe saber que entregar recursos en los niveles superiores sin invertir suficientemente en los primeros tres años de vida, puede ser hasta un desperdicio de dinero.
El autor es doctor en pedagogía
Jorge.riverap@tigomail.cr
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