El periplo presidencial
La decisión del presidente Evo Morales de viajar a Rusia en vísperas de la inauguración del mundial de fútbol ha ocupado durante los últimos días un lugar privilegiado en la agenda informativa nacional. Y ni qué decir en las redes sociales, donde la atención dedicada al tema ha dejado muy atrás a otros asuntos merecedores de las preocupaciones de la ciudadanía.
A primera vista, la importancia que se le está dando al asunto puede parecer exagerada. Así fuera, por ejemplo, si se dieran por válidos los argumentos presidenciales, avalados por todo su gabinete ministerial, según los que la coincidencia entre el periplo presidencial y el inicio del mundial Rusia 2018 es puro fruto de la casualidad.
Para ello, habría que creer además en la seriedad de los informes que dan cuenta de una muy abultada agenda presidencial que va desde una reunión bilateral con el presidente Vladimir Putin, hasta la incorporación de Rusia al proyecto de tren bioceánico pasando por la firma de un contrato por nada menos que mil millones de dólares entre Morales y los más altos ejecutivos de Gazprom.
El problema, en éste como en muchos otros casos, cada vez más frecuentes por lo demás, es que la palabra presidencial y la de todos sus colaboradores no es creíble. No lo es porque son ya demasiadas las ocasiones en las que se ha puesto en evidencia la facilidad con que hacen uso y abuso de la mentira como instrumento principal de su política comunicacional. Y también porque ninguno de los asuntos que supuestamente justifican el viaje está entre las atribuciones presidenciales.
En efecto, ni en el más autocrático sistema de gobierno cabe la posibilidad de que un individuo tenga en sus manos asuntos tan complejos como las inversiones hidrocarburíferas o proyectos tan embrionarios como el tren bioceánico sin que ni sus ministros se hayan enterado. Un país serio, y Rusia lo es, no suele tomar a la chacota temas en los que está en juego su propia credibilidad. Aunque sí es probable, como ya se ha visto muchas veces, que se preste a montar espectáculos con simples afanes propagandísticos.
Un segundo aspecto de este tema, tan importante como el relativo a la falta de credibilidad gubernamental, es el que se refiere al derroche de dinero que implica cada viaje presidencial. Como ha sido ya demostrado, se trata de cifras escandalosas de por sí pero que lo son más aún si se las contrasta con las carencias cotidianas.
Con esos antecedentes, resulta muy alto el riesgo al que está siendo sometida la imagen de Evo Morales. Un riesgo que de ningún modo se justifica si se considera que es muy poco lo que puede ganar, desde el punto de vista de su prestigio personal, pero mucho, en cambio, lo que puede perder.