Surrealismo de canicas y comandos
Esta historia parece haber salido de la pluma de Edgar Allan Poe, el creador del cuento terrorífico. Jonathan recién empezaba su carrera, y en torno a su trágica desaparición se armó un enredo de la gran seven, como diría Paulovich. La teoría de las cadenas frágiles, que se rompen fácilmente, ha ido cobrando en los pasados días una dramática evidencia. ¿Para qué sirven esas cadenas? ¿Sólo para romperse?
Aquel aciago día, los verde-olivos descargaron con furia sus armas sobre los estudiantes de la UPEA. La humareda profusamente esparcida ensombreció el aire diáfano de El alto. En esa circunstancia se le vio a Quispe por última vez corriendo hacia un callejón. Y de allí a poco lo retiraron ya sin vida. Se dice que aquellos sólo utilizaron armas de reglamento; ahora falta averiguar si el uso de las canicas está incorporado.
Con una seriedad impresionante, la autoridad informó: “Ante el país quiero anunciar de manera enfática que la muerte del universitario ha sido provocada por una canica disparada por los propios manifestantes. Este es el informe oficial técnico, científico que no admite discusiones”. Es decir, ¿los universitarios asesinaron a su compañero? ¡Sobre mojado, llovido! La indignación exacerbó los ánimos y se disparó por las redes sociales. Y el ministro advirtió: “Quienes intenten responsabilizar a la policía, a mi persona o al presidente Morales, serán procesados”.
Según la primera versión oficial, “la canica salió disparada desde una pasarela por un petardo; dio un giro por la esquina; se elevó para esquivar los motorizados, los transeúntes y los árboles, hasta dar finalmente con la humanidad de Jonathan”. ¡Espectacular! El que manejó a control remoto la trayectoria de la canica, ¿de qué le odiaba tanto al occiso?
Con gran lucidez, la autoridad otra vez: “La movilización es parte de una conspiración urdida por los opositores, que quieren echar la culpa de las muertes a la policía y al Ejecutivo”. Y después añadió: “la derecha golpista y fracasada utiliza nuevamente la mentira para atacarnos”. Por su parte, un alto jefe policial anunció que en las próximas horas habría “muy buenas novedades”. La seriedad con que lo dijo, hacía suponer que tal vez como Melquíades en Cien años de soledad, volverá el difunto para identificar al que lo victimó. ¿O para quién era la buena nueva?
Como la “ciencia” de los investigadores no convenció, se incrementaron las voces que pedían que el ministro, por mentiroso, se vaya a su casa. Y éste, impertérrito y sereno, respondió: “No voy a renunciar porque no cometí ningún delito; estoy trabajando honestamente… Pero disculpas, creo que incurrí en un error”. Sí, tiene razón; el ama llulla todavía no está tipificado en el código penal como delito; por ahora es sólo un error, como en la época de los gallos.
Haciendo de cereza en la torta, la otra investigación, también científica, reveló que el autor intelectual y material es un subteniente, que procedió con total independencia. Como nadie se echa encima así nomás la friolera de 30 años de cárcel, el clásico “chivo expiatorio” emergió sospechoso; seguido de otra novedad aún más sorprendente: en la conducta autónoma del subteniente se descubrió que la otrora rígida cadena de mando vertical, conectada con otros mandos superiores, ya no existe. En Chaparina empezó la cosa; ahora en El Alto se evidenció la ruptura.
El autor es pedagogo y escritor.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS