Una ciudad asfixiada por los cables
Una nota periodística publicada en las páginas de este matutino el pasado domingo bajo el título “Identifican tres factores que frenan el cambio al cableado subterráneo” ha tenido la virtud de recordarnos que ese es uno más de los muchos problemas que año tras año, década tras década, se mantienen en la ampulosa carpeta de asuntos pendientes en el gobierno municipal.
Se trata de un asunto que, si se lo compara con las muchas urgencias que también esperan ser atendidas, puede parecer menor. Sin embargo, si la comparación se hace con las decenas de gastos superfluos en los que incurre nuestro municipio se podrá ver que estamos ante una muestra más de lo mal ordenada que está la lista de prioridades a la hora de establecer las políticas de desarrollo urbano.
Según la nota que comentamos, el caótico estado de la red de cableado aéreo de nuestra ciudad es la principal manifestación del problema. Y ese no es un detalle menor pues, como puede constatar cualquier persona que eleve la mirada sobre las aceras de cualquier calle y avenida de nuestra ciudad, y no sólo en el centro histórico, los efectos mucho más negativos de las marañas de cables van mucho más allá de la contaminación visual.
Aún más grave que lo anterior es el hecho de que la densa red de cables, que por lo demás crece al mismo ritmo vertiginoso al que se expande la demanda de servicios de TV por cable, internet y otros, se ha convertido en el principal obstáculo para la preservación y expansión de los árboles urbanos. Y ese sí que es un aspecto del problema que de ningún modo puede ni debe ser minimizado.
Como lo señala la nota que comentamos, las causas de falta de planes al respecto son tres: la falta de normativa, los costos y la necesidad de un rediseño de instalaciones de servicios básicos.
Ninguno de los tres argumentos justifica la desidia municipal pues, si en verdad hubiera consciencia sobre la importancia del asunto y voluntad para encararlo, los tres obstáculos podrían ser fácilmente removidos.
Una tenue esperanza parece abrirse cuando al ser consultado sobre los planes ediles, el jefe de Planificación Estratégica de la Alcaldía anuncia que en las próximas semanas se promulgará el reglamento de protección del patrimonio histórico, que establece un plazo de un año para “cable cero” en esta zona.
Algo es algo, podría decirse, pero eso no es suficiente ni mucho menos. Lo que hace falta es que Cochabamba empiece a seguir los pasos de toda ciudad moderna que no se deja asfixiar por los nuevos requerimientos que traen consigo los cambios tecnológicos y han integrado en una sola red subterránea los principales servicios públicos.