Futurología de dos centavos
Al parecer –y cuándo no un “al parecer” en Tormenta Muda–, el halo de incertidumbre que rodea al porvenir de la Bolivia contemporánea (es decir, la del proceso de cambio) nunca ha sido tan denso, espeso, grisáceo, impenetrable… ¿Pero que estoy diciendo?, –podría Ud. perfectamente replicarme ahora mismo leyendo esto–. En efecto, y como casi todo el mundo sabe, para predecir o anticipar los hechos sociales del mañana, no existe ciencia fiable o segura.
Veamos. El intelectual Gustavo Gonzáles –argentino– en una interesante columna publicada en el diario Perfil (el 27 de mayo pasado), escribió:
“Los economistas también son expertos en predecir el futuro, aunque sus colegas astrólogos creen que aciertan menos que ellos. Quizás se refieran a las predicciones de Malthus sobre el crecimiento exponencial de la población y a su desaparición por hambrunas. O al fin del capitalismo pronosticado por Marx. O a la ganancia tendiente a cero de este sistema, según las proyecciones de Ricardo. Aunque todo eso puede suceder algún día.
Es cierto que si las sociedades se guiaran por los errores históricos de los economistas, nadie volvería a confiar en ellos. Imagínense si recordáramos que la inmensa mayoría de los economistas no pudo predecir la terrible crisis del 30 en los Estados Unidos ni la fabulosa recuperación posterior. Prakash Loungani es un macroeconomista que asesora al FMI. Tras analizar el nivel de confiabilidad de las predicciones sobre las crisis de los años 90 y 2009, llegó a una conclusión: ‘El historial de fracasos a la hora de predecir recesiones es prácticamente intachable”.
Sí la mano viene así para el caso de la ciencia económica, ¿qué les queda a las demás ciencias socio-históricas y sociales? Nuestra propia subjetividad no sólo determina, por supuesto siempre y cuando dispongamos de la necesaria libertad, la elección del tema que pretendemos explorar, conocer, investigar y explicar. Con frecuencia también proyectamos nuestros propios deseos inherentes al cómo quisiéramos que fueran las cosas, o sea: la realidad, sobre las conclusiones esgrimidas en torno a lo investigado.
Por ejemplo, y asumiendo que estoy comprometido con las denominadas teorías de la dependencia, especialmente sus variantes reivindicativas de la explotación estatal de los recursos naturales (el petróleo y el gas en nuestro caso) como único medio para conquistar la liberación económica, seguramente al estudiar la última nacionalización de los hidrocarburos (mayo de 2006), focalizaré el análisis sobre las rentas fiscales percibidas por concepto petrolero y gasífero antes y después de aquella medida, prestando poca o ninguna atención a la formación de cuadros técnicos y a la formación del ahorro interno necesario para sostener las inversiones exploratorias.
Precisamente y apuntando a mantenerse posicionado en las preferencias electorales del pueblo boliviano para conservar el poder siquiera hasta el 2025, vemos a nuestro presidente repetir una y otra vez las bondades de la nacionalización en términos de rentas fiscales, y está muy bien, pero ¿qué con lo demás (nuevos descubrimientos de reservas por ejemplo)? A este ritmo de consumo versus reposición de reservas consumidas, ¿a quién vamos a echarle la culpa del inminente descalabro fiscal el 2025?, ¿otra vez al imperialismo y sus esbirros neoliberales?
El autor es economista.
llamadecristal@hotmail.com
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