Quiborax
No sé cuál es el aroma en el Salar de Uyuni, pero el olor ha podrido en este caso que el Estado Plurinacional tiene que pagar a una empresa por haber perdido un juicio con una serie de actuaciones previas a dilucidar; es notorio.
Por qué se perdió y por culpa de quién o de quiénes, es una novela que se escribe en diferentes escritorios y el final lo sabremos en algún momento. Lo único cierto es que nos costará 42,6 millones de dólares.
Pero al margen del juicio, de la pérdida, de las filtraciones, de las mutuas acusaciones y recusaciones, hay un componente que los bolivianos debemos valorar porque nos permitirá determinar la calidad de los personajes, de posibles acuerdos de antaño que son el inicio de lo que ahora vivimos como sociedad y que muchos sufren por ello.
El señor Carlos Mesa no solo es un expresidente involucrado en este caso, con razón a o no. Mas es pertinente recordar que gracias a su conducta en el ejercicio de la Vicepresidencia y luego de la salida de Sánchez de Lozada, Presidente del país y sujeto clave para que Bolivia sea la nación que es, con sus luces y sombras. En esa condición hizo mucho para que quienes fueron parte de los sucesos de octubre del 2003, los que no estaban en ejercicio del poder, se libren de futuras investigaciones y de esa manera quedaran expuestos a la justicia solo una parte de los participantes. Hay una sola versión de la historia a la que Mesa contribuyó con su acercamiento al entonces diputado Evo Morales y la Defensora del Pueblo, Ana María Campero.
Eso permitió que Mesa viva con tranquilidad durante los años de este régimen. Inclusive gozó de la confianza del presidente Morales que le designó vocero de la causa marítima. Y ahí empiezan sus problemas. Su excelente defensa de los intereses bolivianos en un medio audiovisual chileno, lo expuso ante sus mentores como un potencial rival en unas futuras elecciones.
Para el expresidente Mesa es inconcebible que no se proteja al Vocero y sí se de crédito a ciudadanos extranjeros. Acá el problema no es el cargo, la capacidad, es la lealtad. Si en el régimen sienten que se le falla, que se pone en peligro la continuidad del mismo, pues se borra con el codo lo que se pensaba que estaba escrito con tinta indeleble. Y si concluyen que la ciudadanía puede sospechar que la diferencia de montos entre un posible acuerdo entre el Estado y los demandantes se puede percibir como un arreglo que implica corrupción, la arremetida contra el Vocero será feroz.
Quizás Mesa –en su intimidad– podrá pensar que todo tuvo su inicio histórico cuando no acompañó la salida de su Presidente, con una honrosa renuncia al cargo de Vicepresidente por no estar dispuesto a matar. En esta coyuntura concluirá, tal vez, que existen diferentes formas de hacerlo sin importar el grado de afinidad ni complicidad existente con la víctima.
El autor es periodista
Columnas de JORGE MELGAR RIOJA