Alea iacta est
Cuando Cayo Julio César hizo que su ejército cruzase el río Rubicón y marchase hacia Roma, inició la guerra civil que concluyó haciéndolo dictador vitalicio. Mientras las tropas cruzaban el río, César exclamó “alea iacta est”, “la suerte está echada”.
Cuando Hitler se suicidó, le sucedió Goebbels como presidente del Reich. Pero Goebbels se suicidó sin esperar mucho y las últimas palabras que se recuerda que dijera fueron en francés: “les jeux sont faits”, “los juegos están hechos”, como dicen los croupiers luego de que reparten las cartas o hacen girar las ruletas en los casinos franceses. Para Goebbels el juego ya estaba hecho y tenía que conformarse.
Acaba de publicarse en Estados Unidos un artículo escrito por Mark Oliver, en el que en síntesis dice que los dados ya están echados y los juegos hechos, determinándose el fin de Estados Unidos como superpotencia. Los lectores quizá podrán recordar que en anteriores artículos dije esto. También recuerdo que el noruego Johan Galtung hace ya décadas pronosticó que Estados Unidos tendría una brusca decadencia, justamente desde 2018. Pero todo esto nos lleva a la obra clásica de Fernand Braudel, sobre la civilización y el capitalismo.
Siguiendo a Braudel, actualmente está en curso una fenomenología dual. Por una parte el centro del capitalismo mundial se está desplazando. En el siglo XVII el centro financiero mundial estuvo en Amsterdam, en Holanda; en el siglo XVIII estuvo en Londres. Desde mediados del siglo XIX se desplazó a Nueva York y ya para nuestro siglo XXI, Braudel pronosticó que infaliblemente se desplazaría a la costa de China. Esto está ocurriendo, ya que desde 2014 China alcanzó a Estados Unidos en cuanto a su economía en bruto. Ahora ya es China la primera economía mundial, Estados Unidos la segunda, India la tercera y Japón la cuarta.El segundo factor señalado por Braudel es que el siglo XXI sería uno de contracción económica mundial. En el pasado, la secuencia ha sido: En el siglo XVI la economía mundial se expandió y el capitalismo europeo englobó las economías mexicana y peruana. En el siglo XVII la economía europea se contrajo; fue el siglo de “la pequeña edad de hielo”. Se congelaban el Támesis en Londres y los canales holandeses; en Potosí el frío fue muy marcado. En la cordillera andina el frío hizo dar malas cosechas y la población se contrajo. En conjunto, el imperio español decayó. Pero mal para unos, bien para otros; el siglo XVII fue de prosperidad para India.
El siglo XVIII fue de expansión; incluso el imperio español se recuperó un tanto. El siglo XIX fue un mal siglo, particularmente para India y China, pero Europa y Estados Unidos prosperaron, por el empuje del maquinismo; esto es, por el inicio de la industrialización. El siglo XX se caracterizó por el desarrollo de la economía industrial, con un gran incremento de la población.
Este siglo XXI sería de contracción económica; empero la industrialización, incluso la mecanización del campo, llega a los países subdesarrollados y hay expansión globalmente. Empero es un mal siglo para Estados Unidos y uno de estancamiento para Europa.
A la conjunción de estos dos factores señalados, se agregan otros propios de la sociedad estadounidense, en particular su déficit de exportaciones en relación a sus importaciones, junto con su tremenda deuda externa a los países del extremo oriente. Es un problema insoluble. Hace décadas podía haberse previsto esto; ahora ya es tarde, los juegos están hechos.
El resultado del juego financiero mundial nos interesa; piensen amables lectores, que cuando ahorramos en bolivianos, el 5% anual se devalúa y hace de impuesto indirecto. Cuando ahorramos en dólares, el 5% va al gobierno americano; quizá pronto ahorremos en yuanes y tributemos a China. De modo que interesa continuar con otro artículo.
El autor es escritor
Columnas de BERNARDO ELLEFSEN